La decisión de las cadenas de exhibición cinematográfica Cinesa y Yelmo de ofrecer estos días entradas a un precio reducido no puede más que ser saludada como una muy buena noticia para los aficionados al cine y para la cultura en general. Porque el descenso de espectadores en España es un fenómeno que la crisis ha agudizado pero que tiene un origen anterior: en lo que va de siglo la caída de asistencia ha sido de un 35%, un dato más que preocupante (hay que matizar, sin embargo, que las entradas vendidas en los cines cordobeses el pasado ejercicio crecieron por primera vez desde el inicio de la crisis). Los cambios de hábitos sociales y las nuevas tecnologías (y la lacra asociada del pirateo) han modificado la forma de consumir películas, y si las salas --el lugar natural para disfrutar del cine-- no actúan para retener y recuperar público tienen un futuro sombrío. No hay soluciones fáciles, y el hachazo del 21% de IVA que se aplica a las entradas desde septiembre del 2012 es una dificultad añadida, pero parece haber margen para abaratar los precios y fidelizar al espectador. El éxito de las fórmulas que están aplicando Cinesa y Yelmo --que controlan un tercio de las salas españolas-- demuestra que el interés por el cine no ha decaído. El negocio de la exhibición ya no es lo que era, ciertamente, y el dato de que hoy las salas ingresan más por la venta de refrescos y palomitas de maíz que por las entradas es demoledor, pero la magia de una pantalla en la que se explica una historia que atrapa debe tener continuidad.