Ahora más que nunca, necesitamos poner paz en nuestro mundo. Cueste lo que cueste, tenemos que empeñarnos en la paz. Todos estamos cargados de razones. Razones para odiar, para exigir, para no olvidar; razones para ajustar cuentas, para la revancha; para no creer, para no esperar, para no seguir; razones para ir tras el primer líder que nos dé la razón (¡como si alguien tuviese ese poder!). Sí, posiblemente todos llevamos razón en todo, pero nuestro única razón de ser es ser humanos; es decir, tratar de comprender. Si no, entramos en la espiral de la violencia, y ya no somos libres, porque la violencia nos arrastra y acaba destruyéndonos. Somos representantes de la vida. Ahora más que nunca, necesitamos la paz para salir de los problemas. Paz en las palabras, paz en los pensamientos y sobre todo, paz en el corazón. Paz en la rebeldía, por muy justificada que tengamos la actitud. No podemos permitir ser aquello contra lo que protestamos, pues entonces justificaremos la violencia del poder, y el poder se hará más fuerte. Sólo la paz nos hace verdaderamente humanos. Tenemos que merecernos guías como Gandhi, Luther King, Mandela, Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer. La paz nos hace humanos, nos saca de la caverna y nos ayuda a crecer; es decir, a ser verdaderamente libres y felices. Porque al cabo, la violencia no entiende de justicia, y acaba volviéndose contra quien la ha utilizado, para cebarse siempre en la inocencia. Yo, con nuestro poeta Blas de Otero y tantos otros, "pido la paz y la palabra".

* Escritor