Aunque el Templo Romano de la calle Claudio Marcelo sea una reconstrucción, efectuada sobre la planta que se conserva, con escasos fragmentos de los fustes y capiteles de las columnas originales, el conjunto arqueológico conseguido nos transporta, sin gran esfuerzo imaginativo, a aquella colonia patricia que fue considerada la Roma andaluza. En consecuencia, es una excelente noticia cultural que, dentro de pocos meses, se pueda transitar por el recinto que, hoy, permanece visible pero enjaulado. Esta puesta en valor, incluso turístico, nos despierta la idea de que quizás estemos en el momento de traer al lugar --bien pudiera ser ubicándolo en la superficie existente a la izquierda del Ayuntamiento, en calle Capitulares-- el grupo escultórico de Séneca y Nerón que hace años, tras vaciarlo en bronce después de un siglo esperando, se instaló desafortunadamente en los Llanos del Pretorio. Espacio inadecuado para una creación artística que, por sus características, se pierde en un sitio tan abierto, donde pasa desapercibida. Desde las aceras, resulta un volumen, casi un bulto, lejano, indistinguible; y, delante del monumento, al que se accede con dificultad, nunca hemos visto --aunque nos fijamos a diario desde hace tiempo-- a nadie contemplando la escultura de Barrón, que exige la proximidad del espectador. Este tipo de obras, con detalles pictóricos, no se concibieron para estar exentas, sino para situarlas ante un paramento de piedra o vegetal. Por eso, vemos pertinente su traslado al entorno del Templo Romano, donde, bien iluminada, luciría como se merece, una vez rescatada del ostracismo que soporta. Pensamos, también, que su emplazamiento actual podría ser ocupado por otra escultura de grandes dimensiones y el concepto estético acorde con un espacio urbano amplio y despejado como los Llanos del Pretorio.

* Escritor