Los gobernantes afirmaban que éramos el séptimo país industrializado. Crecíamos más que Alemania y rozábamos el pleno empleo. Poco faltaba para vivir en Jauja y atar a los perros con longanizas. En verdad, durante los últimos 15 años --toda una generación--, estuvieron enladrillando el país. Por eso, al desvanecerse el espejismo, origen del mayor desempleo de la UE, el desenladrillador que nos desenladrille buen desenladrillador será. Ante la dura situación, resulta descarado hablar de herencias. A la vista está que todos fueron culpables de fechorías y despilfarros, conocidos por los conservadores que, al gobernar en la mayoría de las Comunidades, no ignoraban el déficit real. Hemerotecas y videos corroboran, también, que el señor Montoro fue un adalid de la España inmobiliaria, continuada por Zapatero, el cual no recibió, durante su primer mandato, reproches económicos de la oposición, dedicada a atribuir a ETA el atentado del 11 M y difundir que estaban negociando la incorporación de Navarra al País Vasco. Memoria, por favor. No olvidar, tampoco, que la politización de las Cajas viene de lejos, llevándose la palma la madrileña, Por eso, la señora Cospedal de la Mancha debería repetir, en estos momentos delicados de Bankia, lo que dijo, con toda razón, de la Caja de su región cuando sufrió un estallido, comparativamente, de menos cuantía. Y, respecto a corrupciones y chorizadas, los dos principales partidos arrastran los fardos de los Eres y los Gürtel, en donde la herencia recíproca es la pésima administración del dinero público. Reflexionando sobre lo esbozado, y creyendo que nadie puede arreglar en un año tres lustros de errores en cadena, seguimos en nuestros trece: en lugar de insistir en las manidas herencias, PP y PSOE deberían unir voluntades y evitar la película de buenos y malos que nos proyectan en sesión continua.

*Escritor