El clima festivo reinante estos días obliga metafóricamente a calarse el sombrero cordobés y pisar el albero del Arenal, aunque sea para constatar un año más el suplicio de una feria ruidosa sin suficientes árboles de sombra, que en Córdoba deberían ser especies de obligada plantación. Y aunque la antigua Feria en la Victoria constituyese un grave atentado contra los jardines y una pesadilla para los residentes del entorno, permitía que el centro de la ciudad se impregnara de ambiente ferial, cosa que hoy no ocurre con la celebración desterrada a la periferia sureste, donde no estorbe. Hay que tener resistencia de galgo, como los que protagonizan el cartel de este año --¿pretenden ser un reflejo de las vacas flacas que nos azotan como plaga bíblica?--, para acudir a divertirse a la periferia, con riesgo de ensordecer por el abuso de decibelios y soportando la lluvia del primer día o el sol inclemente de los siguientes. Pero no todo está perdido. La meritoria Asociación de Casetas Tradicionales trata de defender y mantener la vieja esencia de la Feria cordobesa, tan diluida desde su traslado en 1994, hace ahora dieciocho años; ya es por tanto 'mayor de edad'. Por cierto que el cartel de aquel año la llamaba "Feria en El Arenal", hurtándole su verdadero nombre, que es el de Feria de Nuestra Señora de la Salud.

Nada nuevo bajo el sol, pues la imagen mariana que da origen y nombre a nuestra Feria mayor siempre ha sido una gran olvidada, olvido que se ha acentuado en las últimas décadas al socaire de una oleada de laicismo que a veces aniquila no pocos rasgos de nuestra identidad cultural. La partida de nacimiento de la Feria se puede leer aún a la espalda de la ermita de la Virgen de la Salud, inscrita en una cartela pintada sobre el muro: "La imagen que se venera en esta ermita --dice-- fue hallada en este pozo el año de 1665, por Simón del Toro, tercero del hábito de San Francisco, y habiéndose notado que se aliviaban de sus dolencias cuantos enfermos bebían de sus aguas, se la llamó Nuestra Señora de la Salud". Ese Simón y su compadre Bartolomé de la Peña, que le ayudó en el rescate, fueron dos modestos hortelanos del cercano barrio del Alcázar Viejo, que bajo la reja del arado hallaron casualmente el pozo en cuyo interior descubrieron la diminuta imagen, escondida allí sin duda por los mozárabes.

Se trata de una historia o leyenda muy parecida a la de la Virgen de la Fuensanta --aunque acaecida casi dos siglos y medio más tarde--, pues aseguran los viejos cronistas que el agua del pozo pronto obró "sorprendentes prodigios" entre muchos cordobeses que, aquejados de algún mal, acudían a beberla como medicina santa. Aquellos portentos dieron pronta fama al manantial, junto al que se construyó una modesta ermita --antecedente de la actual, de elegancia neoclásica, erigida en 1805--, en la que recibiera culto la milagrosa imagen bautizada por el pueblo como Virgen de la Salud, en torno a la cual surgió la velada festiva que dio origen a la Feria mayor de Córdoba.

Pero también las devociones populares pasan de moda, aunque la Virgen sea la misma bajo sus innumerables advocaciones. Por no salirnos de mayo, esas modas devocionales hacen que mientras muchos ¿devotos o fans? se vuelcan ahora con la 'forastera' Virgen del Rocío, colmándola de oropeles folklóricos a lo largo del polvoriento camino hasta la aldea, esta otra Virgen más genuinamente cordobesa permanece ignorada en el místico recogimiento de su ermita, donde ahora la cuidan con primor los Esclavos de la Eucaristía, orden religiosa que se hizo cargo del templo a raíz de su retorno al culto hace ahora tres años, tras permanecer una treintena cerrado y olvidado, lo que provocó incluso un intento de robo. En aquella penosa situación la directora de los museos municipales Mercedes Valverde acogió temporalmente en su despacho la pequeña estatua de barro cocido hasta su devolución a la Iglesia diocesana.

Ha sido también Mercedes la diseñadora y promotora del estandarte de la Virgen de la Salud que estos días se puede ver en la Caseta Municipal, todo un pendón reivindicativo del verdadero nombre y origen de la Feria cordobesa, pues en tiempos de crisis y mudanzas no es bueno perder las raíces ni el rumbo, como lo perdió ese triste avión varado frente a la portada ferial como un anacrónico 'monumento' al sueño frustrado de 2016. Menos mal que hemos establecido el récord del baile por sevillanas, una colonización folklórica en toda regla.

* Periodista