El faro de la Unión Europea andaba ayer sin saber hacia dónde dirigir su luz. El problema de la UE, grave, que arrastraba a las bolsas y atacaba sus flancos más débiles --como España-- estaba ayer en Grecia, pero en Alemania se encontraba la solución o, por lo menos, las propuestas para aligerar el peso griego y todos aquellos que lastran a la Unión. Desde Alemania se intentó rebajar las expectativas ante el primer encuentro entre la cancillera, Merkel, y el presidente de Francia, Hollande, que voló a Berlín horas después de entrar en el Elíseo. Después de algunos años, Francia acudía a su cita con Alemania no solo con propuestas propias, las de inyectar una estimulación económica como premisa imprescindible para salir de la crisis, sino con un proyecto con vocación de liderar Europa, que pasa por renegociar el pacto fiscal suscrito por 25 miembros de la UE pero aún en proceso de ratificación. Ambos confirmaron que en su conversación estuvo Grecia, a la que desearon su mantenimiento dentro de la UE y prometieron ayuda sin interpretar de forma alarmista el regreso de este país a las urnas en junio. Hollande recurrió a su propuesta de crecimiento para dirigirse a los griegos y a sus partidos, alguno de los cuales espera ganar tiempo para que el presidente logre flexibilizar los criterios de austeridad y, así, Grecia pueda afrontar sus compromisos con el exterior. Anoche, el eje franco-alemán intentó escenificar una unidad que se pondrá a prueba en la próxima cumbre de la UE. Merkel pronunció varias veces la palabra crecimiento.