Una vez más, y por tercera ocasión en menos de un año, los andaluces (al igual que los asturianos) estamos llamados a las urnas para renovar la cámara política que dirige nuestra Comunidad Autónoma. Volvemos, pues, a vivir una campaña electoral que, al menos en el sur, se antoja harto reñida, habida cuenta de los resultados vertidos por las recientes encuestas del CIS.

Con la excusa de mantenerme informado de las principales propuestas de los candidatos, estos día aprovecho para poner a través de internet los informativos de la televisión pública andaluza (Canal Sur ). De entre todo lo que he podido visualizar, hay al menos un par de cosas que merecen la pena traerse a colación.

En primer lugar, es notoriamente relevante el hecho de que en la inmensa mayoría de noticias que se dan siempre está presente de una u otra forma el sector público. Ejemplos hay a pares: cuando se hablaba del estado de los cultivos, se hacía referencia a las ayudas de la Unión Europea; otra noticia acerca de un nuevo descubrimiento científico en un hospital de Sevilla, conseguido gracias a las ayudas de la Junta de Andalucía; se anunciaba címo Canal Sur , la televisión pública, era líder de audiencia en el horario de franja de la noche por retransmitir la Champions. Asimismo, eran reiteradas las referencias a instituciones públicas andaluzas, parques tecnológicos y centros de investigación subvencionados, etcétera.

Esta forma de transmitir las noticas, que no refleja otra cosa que la realidad existente en Andalucía, es un claro síntoma de la cultura de la subvención que existe en la Comunidad Autónoma. Vaya por delante que aquí no se pretende hacer ningún desprecio al importante papel que juega el sector público en las economías desarrolladas para mantener el Estado de bienestar. El problema surge cuando es el sector público el que lleva la voz cantante en la gran mayoría de los asuntos económicos de una región: es aquí cuando las ineficiencias empiezan a florecer. Y es precisamente esto lo que hace que en épocas de recesión (como la actual) una región con dicha mentalidad sufra más: menos competencia privada, pérdida de creatividad, más deuda pública, más desempleo.

Todo ello enlaza con la segunda idea anunciada más arriba: en los pocos momentos en los que he podido ver en los informativos un atisbo de iniciativa privada, siempre iban referidos a negocios de entidad menor, de actuación meramente local, o de escasa innovación y desarrollo tecnológico. Me viene a la cabeza un reportaje que hicieron el pasado 8 de marzo, a propósito del día de la mujer: grandes mujeres empresarias en Andalucía; mis expectativas eran tales que, cuando observé que la primera de ellas era la directora y fundadora de una pequeña tienda de cristalería en Sevilla, preferí cerrar mi ordenador y ponerme a otra cosa. Una pregunta me hubiese gustado añadir a estos reportajes: ¿cuántos de esos "grandes" negocios han salido adelante sin ningún tipo de ayuda pública?

Que Andalucía duplique (o triplique) la tasa de paro con respecto a otras Comunidades de nuestro país, o que presente pobres tasas de creatividad, de innovación o de desarrollo tecnológico no es ninguna casualidad. El punto que, según creo, debería ser crucial para cualquier candidato serio a la presidencia del Parlamento andaluz no ha de ser el relativo al empleo: atajar el problema de raíz requeriría más bien replantear el lastre generado por esa cultura de la subvención que claramente está anclada en la estructura económica de la Comunidad Autónoma andaluza.

* Profesor ayudante de

Microeconomía. Universidad de

Navarra