Existen dos personas que están sufriendo una eternidad: los padres del presunto responsable de este horroroso suceso. Lo normal y cotidiano es que uno dé la vida por su hijo y por muy complicado que sea éste, un padre siempre obviará lo evidente y supondrá un oasis de cariño y comprensión irracional. Los padres de Bretón están sufriendo un triple infierno por la pérdida macabra de sus nietos, por ver a su hijo tan criminalmente cuestionado y por analizar ellos mismos las crueles posibilidades de desenlace. Sé que esta columna es muy delicada, y que cada letra es tremendamente conflictiva, incluso tengo la sensación de no tener licencia ética para seguir pero no he podido reprimirme ante el sufrimiento indescriptible de unos normales abuelillos que están hundidos ante un hecho que jamás hubieran esperado y menos en el último periodo de sus vidas. Dicen los que creen en Dios, entre los que yo a veces me incluyo, que El sabe todas las cosas y que quienes tan gratuitamente sufren tanto son elegidos por la divinidad para dar ejemplo de paciencia y humildad al mundo. No sé si será cierto o es una forma de buscar una explicación a tan real pesadilla pero yo confío que el pueblo de Córdoba, mientras se solidariza con la madre de los niños, mientras respeta hasta que sea lógico el principio de presunción de inocencia, mientras ayuda a encontrar cualquier pista sobre el paradero de los chiquillos tenga siempre una palabra de aliento y comprensión para esos dos ancianos. No supongamos la gente para ellos un infierno más.

* Abogado