Algunos, los que siguen pensando que la democracia es el juego del criticón --o sea jugar a ver quién es el que más y con más mala leche critica al contrario--, empiezan a poner a Rajoy de chupa de dómine porque según ellos está callado. Vamos que no dice qué cartas lleva para jugar al póker con la crisis. Pero claro, el póker es el juego del engaño, del farol o del faroleo, y lo que sí es palmario es que una mayoría de los españoles ya hemos dicho con nuestro voto que estamos hasta el gorro de póker, faroles y malos jugadores. Y ahora lo que toca es jugar al ajedrez, porque precisamente es el juego al que juegan los mercados. Y en ese trámite está Rajoy. Y se sabe, el ajedrez es un juego de inteligencia estratégica donde el silencio y los tiempos configuran la muda sinfonía con la que desfilan las jugadas. Y Rajoy analiza al son de esta música los movimientos que aún podemos realizar para que no nos den jaque mate. Y la mayoría de los españoles no dudan de que detrás del silencio de Rajoy y sus tiempos está un jugador comprometido con la partida que los españoles hemos querido que juegue. Por tanto, sus silencios son la elocuencia de la confianza y no son el problema. El verdadero problema es cuántas fichas no han comido y cuáles por haber estado jugando demasiado tiempo al ajedrez con malos jugadores de póker. Aquí, y en un descanso de la partida, sí que Rajoy debería de romper su silencio, para que los españoles sepamos hasta qué punto los que ahora lo señalan como hermético, han comprometido la partida que ha de jugar Rajoy y los españoles. Sólo de esta manera el silencio se convertiría en una exigencia moral y vox populi para todos aquéllos que han callado cuando deberían hablar, y hablan cuando deberían de estar en silencio. En democracia no todo vale y sí todo cuenta como en el ajedrez. Y no vale hacer ruido.

*Publicista