Si este querido diario mantuviera indefinidamente la sección "Hace 20 años", la edición del 22 de mayo de 2030 aún estremecería a la sociedad cordobesa. Y no sólo por ese pitón que hacía las veces de lengua en el desencajado rostro de Julio Aparicio, sino en la cabecera superior de ese sublime dolor: "El Banco de España interviene Cajasur". La plástica del desgarro, con esa asta atravesando la mandíbula; y el final de una era simbolizado en ese toro lidiado en las Ventas: de Madrid a la ciudad de los Califas. Los defensores de los once votos en esta fatídica votación podrán refugiarse en la letra pequeña o en las malas artes de la contraparte, con el mar de fondo de las aspiraciones a una caja única andaluza. Pero frente a todas estas suposiciones se planta un argumento demoledor: el Banco de España no interviene entidades saneadas; y entre un juego de espurios intereses y una nefasta negociación, nos hemos convertido en la zona cero de la crisis financiera española, con el triste honor de ser cabecera de telediario. Se ha preferido la providencia del Gobernador del Banco de España, aun sopesando esa imaginería de ángel exterminador. Y no se ha ponderado lo suficiente la fidelización de los cordobeses hacia nuestra pequeña locomotora alemana --¿cuántos clientes de Cajasur podemos sentirnos representados por la decisión de los impositores?--. Medel y Gómez Sierra han emulado las guerras napoleónicas, y al parecer a nosotros nos ha tocado el papel del corso. Se ha apostado por el martirologio más que por el entreguismo de una centenaria institución. Hemos actuado como Yukio Mishima, el dramaturgo japonés que se hizo el harakiri. Salvo que aquí, o en la tierra de San Pablo Miki, es pecado el suicidio.

* Abogado