La navidad tiene también su aspecto trágico. Según el relato de Mateo, no todos los sucesos que acompañaron el nacimiento de Jesús fueron idílicos, entrañables y tiernos. No pudo faltar el lado trágico. Cuenta Mateo que "Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente, y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo" (Mt 2 16). El hecho es coherente con la personalidad de Herodes el Grande (73-4 aC).

Herodes es un clásico exponente de estos reyes de provincias puestos y depuestos por el poder imperial de Roma. Colabora con el poder romano, en la dominación del territorio, y en el fomento de la cultura romana. Ayudado por las legiones romanas, y protegido por el emperador Octavio, Herodes fomenta la modernización de la sociedad judía, en el terreno urbanístico, cultural, militar. Herodes no era un hombre creyente ni religioso, ni nada que se le pudiera parecer. Sin embargo, consciente de la existencia de poderosos grupos conservadores y tradicionalistas, con la intención de granjearse su tolerancia, emprende la reforma fastuosa del Templo de Jerusalén. Lo mismo que construyó gimnasios, baños, circos, puertos, fortalezas al estilo de los romanos, también puso su vela a Dios, construyendo un templo al estilo de los judíos.

Para él, la política y la conservación de su poder de ámbito provincial eran el máximo valor. No fue el único hombre poderoso para quien los derechos humanos carecen de relevancia, cuando se pone en peligro su dominio sobre las instituciones. Pero esta coherencia es insuficiente para afirmar la historicidad del suceso. En los evangelios de la infancia de Jesús, tanto en el de Mateo como en el de Lucas, hay una intención manifiestamente teológica, y esa intención predomina sobre el estilo de crónica de los hechos. Dado que Jesús es el Mesías prometido a Israel, el comienzo de su vida había de ser situado en conexión con antecedentes de la historia de su pueblo. Esta es la clave de lectura de estos capítulos de Mateo y de Lucas.

El relato de los Inocentes ha sido retomado por la imaginación y la devoción. La liturgia bizantina habla de 14.000 niños degollados; los santorales sirios llevan el número hasta 64.000. En algunas catedrales, como en la de Valencia, se conserva piadosamente el cuerpo de un niño pequeño, que dicen ser alguna de aquellas criaturas. El viaje a Egipto ha sido adornado con toda clase de historias fantásticas: leones y leopardos que saludan a los viajeros moviendo la cola, palmeras que se inclinan para ofrecer cómodamente sus dátiles, caída de los ídolos de los templos al paso de la familia. Se pretende incluso fijar el emplazamiento de la vivienda de la familia durante el exilio egipcio. Todo demasiado bonito y piadoso para ser verdad.

El texto admite otra lectura importante. Unos niños, que no tienen nada que ver con el fondo del asunto, son víctimas de la violencia que usan los mayores para conseguir sus objetivos. Popularmente, la fiesta de los Inocentes ha sido asumida como el día de los ingenuos y bien pensantes, a los que se les puede contar una mentira graciosa. El relato lleva en sí un contenido mucho más profundo. Los mayores amargamos o destruimos a la infancia, que resulta víctima de nuestros problemas. Niños que han perdido los miembros o la vida en los atentados terroristas. Niños que son aislados en los centros docentes por la xenofobia de los mayores. Niños sometidos a la infralimentación por la incapacidad del mercado internacional para llevar los excedentes agrarios a países deficitarios. Niños inducidos artificialmente al consumo de drogas con el objeto de crear futuros consumidores adictos. Niños que sufren los bombardeos de una guerra cuyo origen no comprenden. Da lo mismo cualquiera que sea, las guerras son todas ellas igualmente absurdas.

Lo que cuenta Mateo de los niños de Belén no es sino la historia de millones de niños de todas las épocas, que han sido maltratados, torturados, desafortunados, por los mayores. El Día de los Inocentes es un día apto para reflexionar sobre el mundo que los mayores les ofrecemos a los niños. No sé si Herodes mandó matar unos cuantos niños en Belén. Lo que sí me consta, porque los he visto, porque he hablado con ellos, es que son muchos los niños que no tienen futuro, que son utilizados por los mayores sin más justificación que la de la debilidad y dependencia que tienen respecto de nosotros.

* Profesor jesuita