A la liberación del Alakrana sin disparar un solo tiro ha seguido el fuego graneado en el Congreso, compendio de medias verdades y críticas previsibles que promete oscurecer la gestión y el desenlace del secuestro más que aclararlo. Que el Gobierno cometió errores durante las primeras semanas de la captura del Alakrana es poco discutible, pero de eso a asegurar que María Teresa Fernández de la Vega ha cosechado "el mayor fracaso político de toda su carrera", como ha hecho Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del PP, media un abismo. Que el Gobierno ha dado señales en algún momento de pasividad o desorientación está bastante aceptado, pero que Mariano Rajoy aluda sin más a "la incompetencia, la improvisación y la soberbia" del Ejecutivo es más que exagerado. Desde luego, la opinión pública arde en deseos de ser informada de los pormenores del caso, pero, al mismo tiempo, se muestra satisfecha con el resultado final de las gestiones. Es posible que todo se pudo haber hecho mejor, pero es más que improbable que se pudiera acabar con el secuestro sin pagar rescate y, desde luego, la vía de la fuerza estaba llena de riesgos para los tripulantes.

Todo esto deben tener en cuenta los grupos de la oposición, que han optado por la artillería de campaña. Y el Gobierno debe aceptar que, aunque ha salido con bien del envite, la secuencia de acontecimientos incluye periodos de sombra en los que, con razón o sin ella, ha transmitido la impresión de que iba por detrás de los hechos o no sabía cómo hacerles frente.