Entre los puentes Romano y de San Rafael se encuentra el espacio protegido de los "Sotos de la Albolafia", llamado así a causa de su importancia ecológica por su diversa vegetación, y en donde anidan distintas especies de aves. En esta privilegiada zona del Guadalquivir se encuentran, abandonados, los restos de algunos de los molinos que lo poblaron, entre ellos el de la "Albolafia", que tenía como misión suministrar el agua para el riego de las huertas califales a través de la noria que la reina doña Isabel mandó desmontar, por molestarle el ruido que hacía. Este molino junto al de "Pápalos" y "Enmedio", privados de la actividad industrial que durante siglos los convirtió en protagonistas, se deben recuperar para el recuerdo del pasado cordobés y disfrute de propios y extraños.

Motivos sobrados hay ya que este molino, joya histórica, imagen y símbolo de la ciudad, cuya existencia era conocida a partir del siglo XII, y que figura en el escudo de Córdoba desde el siglo XIV, se encuentra en la actualidad inutilizado, inservible y oculto tras una espesa vegetación que lo cubre totalmente, a pesar de que estuvo visible a mediados del siglo XX, cuando el Ayuntamiento cordobés, muy acertadamente, mandó instalar una réplica de la norias y sus cangilones de barro como el primitivo molino de Abderramán II.

Este molino de la Albolafia, que espera su pronta recuperación, conforma el símbolo de la ciudad junto a la torre catedralicia y el Puente Romano, y los cordobeses nos sentiríamos orgullosos de poder contemplar "in situ" los componentes del icono de la ciudad, y un motivo más para promocionar nuestro rico patrimonio como Capital Cultural de Europa del año 2016.

José M. Atalaya Granados

Córdoba