Las últimas informaciones sobre la evolución de la pandemia de gripe A están empezando a sonar preocupantes, sobre todo cuando la información se extrae de su contexto y se traslada y discute en un contexto impreciso que favorece el alarmismo.

Hace unos días las autoridades británicas pronosticaban del orden de 60 mil muertos durante el próximo invierno considerando un escenario con un 30% de la población infectada y una tasa de mortalidad de 3 de cada mil infectados. En España, la ministra de Sanidad habla de unas 8 mil muertes, que es el mismo número de muertes provocadas cada año por la gripe estacional. Aun siendo posible que la cifra apuntada por la ministra responda a un excesivo optimismo, lo que sí parece cierto es que el virus A (H1N1) no es, al menos por el momento, ni de lejos tan peligroso como podría serlo, como sí lo fueron los virus responsables de otras pandemias en el pasado. Los ciudadanos deberíamos poder disponer de información veraz y también precisa, no tocada por la desidia ni por el alarmismo.

El hecho es que la actual gripe está causada por un nuevo virus A (H1N1) que no había circulado nunca en la especie humana y que no tiene ninguna relación con otros virus gripales estacionales que han afectado anteriormente o están afectando al hombre. Este hecho es extraordinariamente importante, porque por sí solo explica la rapidez de propagación y la extensión de la pandemia. Con las gripes estacionales ocurre que parte de la población presenta cierto grado de inmunidad y, además, algunos países utilizan vacunas contra esta gripe estacional, con lo que se consigue una reducción del número de afectados y de defunciones. Otro hecho relevante es la baja tasa de mortalidad del virus. A día de hoy se han reportado 94.512 casos confirmados y 432 fallecidos, lo que supone una tasa de mortalidad máxima del 0,46; en realidad, la tasa de mortalidad real debe de ser menor, ya que solo se han confirmado una parte de los casos reales. En la inmensa mayoría de los casos, los enfermos sufren síntomas bastante leves y pueden curarse sin necesidad de medicación.

Dicho esto, hay que reconocer que no se debe bajar la guardia, ya que los virus, y éste en particular, pueden mutar de forma imprevisible y hacerse más peligrosos. No bajar la guardia implica varios tipos de acciones. Una primera línea es la vigilancia de la evolución del virus y la detección de posibles mutaciones relacionadas con cambios en el comportamiento del virus que impliquen una mayor facilidad de infección y mayor morbilidad y mortalidad. Y otra línea esencial es la vacunación, que permitirá reducir la tasa de infección de la población y limitar el número de fallecimientos. Parece que las vacunas estarán disponibles en otoño. Cada país aplicará su política de vacunación, en función de sus diferentes criterios de evaluación del riesgo: en Francia se vacunará al 70%de la población, y al 40%en España. Hay más consenso en cuanto a las prioridades de la vacunación: primero serán las embarazadas, después los niños mayores de 6 meses de edad que padezcan algún trastorno crónico, luego los adultos jóvenes sanos de 15 a 49 años de edad, los niños sanos, los adultos sanos de 50 a 64 años y, por último, porque son los que sufren el menor riesgo, los adultos sanos a partir de los 65 años.

Si tienes gripe A, no salgas. Y no tosas sin proteger a los demás con un pañuelo.

* Profesor