Hacía mucho tiempo que por estas fechas no nos acordábamos de la astracanada de Tejero . Ni siquiera se nos cruza un número redondo para que se nos repita en el estómago aquel apéndice de asonadas y espadones --28 años desde el 23-F, cifra que no aparece en ninguna cábala--. Pero los biopics televisivos están de moda, y tienen una indudable capacidad de remover la conciencia histórica. Incluso se ha adelantado la emisión un par de semanas a la fecha más aproximada, una sutil manera de no perturbar las elecciones gallegas y vascas, quizá porque algunos juzguen parcial y electorable aquella ejemplar reacción de la Corona.

Entre aquella larga noche del 81 y la excelente réplica del Borbón Lluis Homar hay otras coincidencias. Tras el virtual golpe televisado esta semana, España le ganó a Inglaterra. Era el mejor exponente de una selección en estado de gracia. Había que recordar que dos días después del golpe de Estado verdadero, aquel 25 de febrero del 81, España también vencía a los ingleses. Y en Wembley. En los graderíos nos provocaban con una pancarta de un guardia civil con brazo en alto y pistola, y el obvio mostacho de la España anclada. Por aquel entonces, una niña llamada Nika Costa nos empujaba con una balada al baile lento. La susodicha visitó el plató de Mercedes Milá y quiso llevarse un tricornio como souvenir. Hoy, David Delfín desfila por las pasarelas neoyorkinas y reivindica el sombrero cordobés. Aquel estadio de Wembley ya no existe, como también parecen esfumadas aquellas intentonas cargadas de temor y humo de tabaco. Del gol de Satrústegui al de Villa se ha jalonado uno de los mejores periodos de nuestra historia. Esperemos que esta crisis no la haya zajado.

* Abogado