No descubrimos nada si decimos que estamos en pleno período electoral. Para nosotros, los andaluces, doble período; sin embargo, por proximidad e inmediata incumbencia, nos referiremos a la consulta que decidirá la próxima conformación del Parlamento Andaluz.

Y lo primero que hacemos es poner a trabajar la memoria: ¿Qué se nos prometió a los andaluces en las últimas elecciones autonómicas? ¿Se ha cumplido lo prometido? La contestación a estas dos interrogantes clarificará el proceso decisorio según el cual se debería decantar el sentido del voto, como puro ejercicio responsablemente democrático.

Mucho nos tememos que los argumentos que se esgriman por parte del PSOE --encumbrado como archigobierno andaluz-- para reiterar la confianza del electorado, a favor de su eterno candidato señor Chaves , serán insostenibles ante los andaluces que, efectivamente, queremos que el progreso de Andalucía sea autosuficiente, con trabajo y empleo sin subvenciones que lo denigran; rentabilizando crecimientos del 4,39% sin tirarlos por la borda de un bienestar social tutelado y dirigido por criterios de adhesiones inquebrantables a las siglas partidistas que los premian con el almíbar de los auxilios subvenidos y faltos de merecimiento. Acordémonos como el, en su día, presidente Bono suprimió el subsidio agrario en Castilla-La Mancha, siendo su decisión, impopular a todas luces, una de las causas del desarrollo de esa región frente a otras gobernadas, también, por sus homónimos socialistas; y lo hizo porque, con criterio de futuro, no se puede vivir sin trabajar cuando esta actitud, escondida tras un subsidio sospechoso de fraude, suponía una mordaza que ahogaba el crecimiento, incentivando, a su vez, el empobrecimiento de quienes practican esta variedad de limosna política. Y Andalucía lo ejerce a las mil maravillas.

Es triste que, tras más de veinte años de gobierno socialista, y, pese a su sólido crecimiento económico, la Comunidad Andaluza sea la región más pobre de España con una renta per cápita inferior en 26 puntos, con relación a la media de los quince países más desarrollados de la Unión Europea ¿Se necesita mayor argumento demostrativo de una política equivocada? Creemos que esta tesis escenifica suficientemente lo que decimos, aunque nos duela su lamentable realidad que vacía de contenido la política global del archigobierno socialista andaluz.

¿En qué quedaron las manifestaciones para la finalización "obligatoria" de la autovía Córdoba-Antequera antes del 2007, aun sabiendo la imposibilidad de su ejecución en dicha fecha? ¿Dónde está la promesa del ministro Moratinos, aquel que decía que "en tres días" resolvería el contencioso de la deuda histórica? ¿Dónde están los hospitales dotados con una cama por habitación y paciente? ¿Tienen los centros públicos de enseñanza un ordenador por cada dos alumnos en toda la Comunidad Autónoma? ¿Dónde se encuentran construidas las 800.000 viviendas de VPO a precios razonables? ¿Y las pagas a las amas de casa, vacaciones incluidas, quién las pagó? ¿Por qué el gobierno autónomo castiga a municipios cuyos consistorios no son de color socialista, desestimando, alargando en el tiempo y colocando trabas administrativas a proyectos de ciudad, como ha ocurrido durante décadas con la capital cordobesa?

Estas promesas incumplidas, aptas solo para desmemoriados y estómagos agradecidos --que haberlos haylos-- demuestran que Andalucía no puede seguir gobernada por frívolos optimistas, que empujan a la opinión pública a una eufórica ilusión que, cuando se piensa y reflexiona tras los resultados obtenidos, ve que todo es humo y que Andalucía no "está al máximo" como dice su eslogan de campaña. Muy al contrario: Andalucía está bajo mínimos y en el último puesto de la clasificación española por comunidades autónomas (74,44% de la media UE-15).

Desde nuestra reiterada independencia política --que no nos prohíbe criticar al poder, sino que nos estimula a hacerlo-- debemos decir que si, desde hace veinte años, los sucesivos gobiernos socialistas de la Junta de Andalucía hubiesen aplicado la política del pesimismo lúcido y hubiesen prometido lo objetivamente realizable, sin alharacas dialécticas ni publicidades engañosas, hoy, todos los andaluces, marcharíamos sobre un raíl seguro de fortaleza ética y transparencia política. Algo que, tras ocho legislaturas, se nos antoja difícil, o imposible si se continúa con el mucho más de lo mismo. ¿Otro archigobierno? No, por favor.

* Grupo de opinión