Al parecer, hay gente por ahí que está preocupada, bastante inquieta y apenada por el hecho de que el pensamiento único actual (ese que ha habido siempre, impuesto desde luego por el poder de turno, que unas veces se ha llamado de una forma y en otras ocasiones de otra pero a fin de cuentas ha sido lo que el poder ha decidido, normalmente según sus conveniencias y sus intereses) sea el pensamiento simple. Ese pensamiento o manera de explicar la realidad tan en boga hoy que no distingue matices, al que todo le parece negro o blanco, los seres humanos somos plena y totalmente o de los unos o de los otros y el mundo se compone de buenos, o mejor muy buenos, y malos, o mejor muy malos. Una descripción de cómo somos en la que o tenemos matrícula de honor o una calabaza descomunal y parece haberse olvidado aquello tan antiguo de notable, suficiente, insuficiente y demás significaciones intermedias.

El pensamiento simple es esa doctrina que asegura, por ejemplo, que todos los llamados terrorismos son exactamente iguales, que no hay diferencia ninguna entre la guerrilla de Viriato, las andanzas de don Pelayo, la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial, la intifada de los palestinos o las hazañas bélicas de los señores de la guerra en Afganistán, Etiopía o Costa de Marfil. Que defiende la igualdad sin admitir matices ni claroscuros, la uniformidad como único talante razonable, no entiende que unos puedan estar de acuerdo con otros sólo de manera parcial, y utiliza, sacándolo de contexto y como si fuera una expresión de aplicación social y política, lo de o conmigo o contra mí.

Los que están francamente afligidos por esta circunstancia, que consideran se ha impuesto en el mundo poderoso como la única forma legítima de pensamiento de manera que los que no ven así las cosas son estigmatizados, recuerdan que siempre se ha dicho que la inteligencia se caracteriza por descubrir los matices, los diferentes perfiles que tiene cada cosa y que hasta en nuestra filosofía española tiene un máximo representante en Ortega y Gasset cuando decía, con un ejemplo muy sencillo, que, siendo la misma y única la sierra de Gredos, la opinión sobre este sistema será diferente si uno se sitúa en la parte Norte o en la del Sur. Pero a toda esta gente intranquila hay que decirle que debe dejar a un lado los temores, que si en la historia ha habido un pensamiento coherente y con futuro es precisamente este pensamiento simple hasta el punto de que es la propia evolución la que garantiza su utilidad e interés ya que una sociedad o un grupo social tendrá muchas más posibilidades de supervivencia si sus miembros se dedican a lo suyo, aceptan todo lo que les dicen y evitan las discusiones, la camorra y las tensiones. Siendo todos sumisos y aceptando todos las explicaciones de lo que es bueno o malo de manera segura y firme, no habrá disputas y el grupo permanecerá con más fuerza cada día. Lo que viene a ser que el gregarismo, la servidumbre y la docilidad son el último y, de momento, más alto nivel de desarrollo de la evolución. Está claro y demostrado que favorecer una educación crítica, consciente y con iniciativas nos lleva a donde ha llevado nuestra historia, la historia de nuestra especie, a las guerras, las miserias, los abusos de unos contra otros acabando en la crueldad que es la peor condición humana. Y ésta es una situación que nos ha puesto al borde del abismo, de la desaparición como especie.

Pero no se crea que esta teoría lleva a la dictadura. En ningún caso. Eso ocurriría en la hipótesis de que hubiera muchos tontos y algún listo. Por el contrario, esta aplicación de la teoría de la evolución lleva a que todos, absolutamente todos, seamos gregarios, impersonales, disciplinados, doblegados y subyugados. De esa forma no habrá disensiones ni peleas ni tensiones entre unos y otros y todos viviremos en paz y armonía. Será nuestra venganza contra los violentos y los camorristas, que acabarán destruyéndose entre ellos mismos. Bien es verdad que mientras tanto se llevarán por delante a algunos, esperemos que no muchos, de nosotros, pero al final amanecerá una nueva especie que podríamos llamar suprahumana y que será la suerte y la bendición del planeta.