A veces los debates historiográficos sobrepasan los límites de la comunidad científica y se trasladan a la sociedad. Los ejemplos, en España y en otros países, son abundantes, como se ha puesto de manifiesto en casos suficientemente conocidos como el de Alemania y la responsabilidad de la sociedad civil en la política de exterminio nazi. Lo más lamentable en relación con este tema ha sido el nacimiento de una corriente revisionista que incluso niega la existencia de los campos de concentración y de exterminio. En definitiva, se llevó a cabo un falseamiento de la realidad histórica. Aunque en este tipo de procesos en pocas ocasiones se ha ido tan lejos como en España durante la dictadura franquista, cuando toda una labor propagandística se encaminó a mentir acerca de la historia de la II República y de la guerra civil.

En una Historia de España de 1958, gran formato, con abundantes ilustraciones, coordinada por historiadores considerados todavía hoy como solventes, al pie de una fotografía en la que se ve a una miliciana nos encontramos con el siguiente comentario: "Un fusil, una pistola embutida en el cinto, arrugada falda, camisa castrense y un peinado en pleno descuido, componen el atuendo de esta miliciana, de la que están ausentes todos los atributos de la feminidad. Su rostro es enigmático e inexpresivo, excepción hecha de la ironía vacua, que, recogida por los hondos surcos de la cara y de la frente, desemboca en los ojos y en los labios. El psicólogo y el sociólogo podrían ilustrar la génesis y súbita aparición en la vida exterior de este tipo humano, que, incapaz de hacer nada útil para la sociedad, goza cínicamente en destruirla". Sin embargo, yo sólo veo una mujer morena, delgada, de edad madura, con manos de trabajadora, que mira a la cámara con una sonrisa que no denota felicidad, pero sí seguridad, satisfacción, deseo de contribuir a un orden social más justo, en cuanto que participa, no lo olvidemos, en la resistencia a un golpe de Estado. Aparece acompañada de dos milicianos, con la espalda sobre la rueda de repuesto de un automóvil, y con el codo sobre su fusil, que mantiene apoyado en el suelo. Es la imagen de quien se siente comprometida con su época y quiere evitar que un grupo de militares destruya un sistema constitucional. No obstante, durante demasiados años hemos tenido que leer y escuchar apreciaciones como la que he citado más arriba, y que en los últimos tiempos vuelven a ponerse de actualidad, y así obras muy conocidas (y con gran éxito de ventas) reproducen las argumentaciones de la historiografía más conservadora de la dictadura, sin nuevas apoyaturas documentales ni nuevas interpretaciones. Lo mismo vemos en algunos articulistas que reclaman la necesidad de no revivir los enfrentamientos, pues de ese modo entienden el deseo de recuperar la memoria histórica. En consecuencia, han vuelto los mismos esquemas interpretativos del primer franquismo, una corriente conservadora que es la expresión de una tendencia dominante en el seno del PP, cuya mayoría parlamentaria ha rechazado una proposición no de ley para anular los juicios sumarios de la dictadura franquista. El diputado Atienza lamentó que esa iniciativa socialista, la primera del nuevo curso parlamentario, sirviese "para mirar al pasado". Ignora la importancia de esa mirada en una sociedad democrática, necesaria incluso desde el punto de vista de la Física, como se deduce de la noticia científica del descubrimiento sobre la manera en que se desplaza sobre el agua ese insecto denominado zapatero o tejedor, que de niños todos hemos observado con admiración. Los matemáticos han llegado a la conclusión de que el zapatero se mueve gracias a los vórtices hemisféricos producidos por sus patas delanteras, y concluyen que ello no es sino la aplicación de una de las leyes de Newton: "Para moverse hacia adelante, los animales deben mover algo hacia atrás". Mirar al pasado sin falseamientos, manipulaciones ni dogmatismos es tan imprescindible como el principio newtoniano.