HBO y Netflix han terminado de emitir estos días dos de sus producciones más lujosas. En el caso de la gran N roja, The Crown ha llegado a su final con la emisión de la segunda parte de la sexta temporada: mientras que en la otra plataforma, ha concluido la segunda temporada de La edad dorada. En la biografía de la reina de Inglaterra nos hemos quedado con ganas de más, aunque era una despedida anunciada, sabiendo todas las cosas que se han dejado en el tintero y lo rápido que han tenido que ir por determinados acontecimientos. Mientras que en el caso de la superproducción que nos narraba las intrigas de la alta sociedad neoyorquina a comienzos del siglo XX, también parece como si hubieran tenido prisa por dejarse todas las tramas cerradas ante el fantasma de una cancelación en el horizonte.

Desconozco si esta amenaza ha llegado a estar alguna vez encima de la mesa, porque el día después de emitir el último episodio HBO anunciaba que tendríamos una tercera entrega más. Como si se tratara de una acción preventiva, gran parte de los cabos sueltos han quedado amarrados. Incluso para tramas que, en circunstancias normales, habrían dado para eternizarse y alargarse en una buena tanda de episodios. Entiendo que Julian Fellowes, el creador de la serie, debe tener en el tintero muchas más historias para las familias Russell y Van Rhijn. Haber sido el creador de Downton Abbey le da cierta carta blanca creativa y contar para sus series con presupuestos más que generosos. Y me temía que esa fastuosidad y derroche que desprendía su lujoso juguete le acabara pasando factura por ser muy caro. Hay quienes reprochan que la serie no está a la altura de lo que fue Downton Abbey. Debo admitir que la prestigiosa producción británica estuvo durante un buen tiempo en esa lista de series que había que ver, pero que todavía no había podido hacer. El mono que me dejó la primera temporada de La edad dorada corrigió esa clamorosa carencia. Fácilmente, reconocí paralelismos entre los personajes de una serie y de la otra. Cuando se ha estrenado esta segunda temporada, ya había suplido esta carencia.

La construcción del edificio de la Metropolitan Ópera House de Nueva York es la trama principal sobre la que giran estos nuevos episodios y se nota que es la historia que quería contar Fellows. Este palacio musical era el centro de la vida social entre las clases altas del Nueva York decimonónico. La casta del antiguo régimen se resistía a admitir entre los suyos a los nuevos ricos. Negarles el acceso al palco del deslumbrante edificio era una manera de ponerlos en su sitio. ¿La solución? Los nuevos ricos se construyen el suyo propio y lo convierten en ese sitio en el que hay que estar si quieres ser alguien. Las tensiones para sacar adelante el proyecto y las intrigas entre cada bando por conseguir más apoyos han hecho avanzar la temporada hasta el momento del clímax final con el gran acontecimiento de la noche del gran estreno.

Mientras que esa trama avanza de manera adecuada, es con el resto de argumentos donde parece que ha habido cierta precipitación. Como si todo lo que se hubiera reservado para una tercera temporada se hubiera tenido que soltar de golpe en unos pocos episodios. Con tantas cancelaciones, huelgas y desapariciones imprevistas de series no hubiera sido descabellado que La edad dorada fuera una de las cabezas a cortar. Todo lo que pasa respecto a la boda del personaje de Ada (Cynthia Nixon), la delicada situación financiera en la que quedan los Van Rhijn, el fallido nuevo compromiso de Marian (Louisa Grumer), mientras que toda la trama racial parece un pegote que no termina de encajar. Los ganadores de la nueva situación generada tras el final de la temporada son claramente los Russell y a lo mejor sus tramas han desplazado a las del resto de los personajes. Al fin y al cabo, Carrie Coon y Morgan Spector brillan con luz propia a lo largo de estos episodios. Los cimientos de la cerrada alta burguesía neoyorquina se han tambaleado y parece que podríamos tener un reequilibrio de poderes.

Por su parte Netflix ha bajado el telón para The Crown. Después de que la muerte de Lady Di hubiera acaparado la primera mitad de la temporada, asistimos a una especie de epílogo que nos ha privado de reconstruir en la ficción la muerte de la monarca británica. En estos episodios finales, hemos tenido otras muertes de gran impacto, pero no la de la protagonista. Como había pasado con el personaje de su madre, el príncipe William y su romance con Kate Middleton pasan a acaparar toda la trama, ensombreciendo al resto de los personajes. Como los Russell en La edad dorada. Afortunadamente, tenemos algún episodio para dejar brillar por última vez a alguno de los personajes secundarios. Es el caso de la princesa Margarita que al principio era uno de los mejores personajes de la serie, pero que se había venido desdibujando hasta ser prácticamente irrelevante. A Leslie Manville le había tocado interpretar a la hermana de la monarca en esta última etapa de la serie, pero lo cierto es que pocas ocasiones había tenido para lucirse. Y esta vez sí que lo hace, con un episodio centrado en su personaje y que logra uno de los momentos más conmovedores de la serie. Y eso que venimos de presenciar la impactante muerte de la princesa del pueblo que dejó conmocionada a buena parte de la sociedad británica y la opinión pública mundial.

En este tramo final, la serie retoma esas escenas centradas en la relación de la monarca británica con sus primeros ministros de la época. En este caso Tony Blair, Unos momentos de los que la serie prescindió en los episodios centrados en la muerte de la princesa Diana, por la sencilla razón de que el guionista Peter Morgan ya lo había contado en la película The Queen. Como recordábamos hace unas semanas, la serie optaba por repasar aquellos días desde otro punto de vista. En estos episodios finales vemos el auge y caída de BlairDe cómo en los días de la crisis por los funerales de la princesa su popularidad se encumbró, mientras que la de la familia real británica se hundía. Pero en el episodio final las tornas se invierten, a raíz del apoyo del primer ministro a la guerra de Irak y haber participado en el engaño por las armas de destrucción masiva para justificar la invasión. Echamos de menos que la serie hubiera seguido explorando la relación de la monarca entre otros primeros ministros, como David Cameron o Boris Johnson. Cada temporada ha ido abarcando una década en la vida de la monarca y se nos han dejado por el camino todo el reinado a lo largo del siglo XXI. Puede que el final de The Crown ya estuviera escrito antes de que Isabel muriera, pero da la sensación de que también se ha querido acabar cuanto antes y no ponerse abrir melones que hubieran dado para nuevas entregas.

Para despedir a la serie, tenemos un episodio final dirigido por el cineasta Stephen Daldry, el mismo que estaba tras las cámaras del piloto y otros tres capítulos más. Un realizador de lujo para dar empaque a una despedida que también consigue emocionarnos al ver juntas en pantalla a las tres actrices que han interpretado a la monarca a lo largo de estas seis temporadas, Claire Foy, Olivia Colman e Immelda Stanton. La muerte de todas las personas más cercanas a la reina se convierten en una metáfora de la propia decadencia de la institución monárquica que se enfrenta al reto de adaptarse a los nuevos tiempos para sobrevivir.