No se ha hecho público si, justo antes de expirar, pulsó el out del mando a distancia del televisor de la habitación del hospital de Illinois donde vivió sus últimos días. Hubiera sido el final perfecto para Eugene Polley, el ingeniero que hace 57 años ideó el primer control remoto televisivo, un ingenio que ha cambiado la historia del mundo. Al menos, la audiovisual: llevó la forma de ver y hacer la televisión hacia el espasmo continuo y, de paso, ayudó a consolidar la cultura del sillón bol . Tampoco se ha filtrado si Polley falleció agobiado por su trascendental aportación a la historia de la Humanidad, aunque todo indica que no se sentía especialmente responsable: murió el pasado domingo plácidamente por causas naturales a los 96 años de edad.

LOS ORIGENES

Para entender cómo se le ocurrió a Polley la idea del mando a distancia hay que remontarse a sus primeros años como ingeniero: durante la segunda guerra mundial trabajó en los sistemas de radares en la Armada de EEUU. Allí empezó a concebir un sistema de transmisión de ondas vía hertziana capaces de ser captadas y traducidas en impulsos eléctricos.

Hay que señalar que la idea de no tener que levantarse para cambiar de canal en la tele ya era una preocupación en la acomodada sociedad estadounidense. Esta inquietud llevó a una empresa de vanguardia de EEUU, Zenith, a comercializar a principios de los años 50 un ingenio que muy acertadamente bautizó como Lazy Bones (Para Vagos). Pero tenían un defecto: un engorroso cable lo conectaba físicamente al televisor.

Y ahí es donde aparece el ingenio del Polley: aplicó la tecnología aplicada en la Armada a la ley del mínimo esfuerzo. La primera versión de su mando a distancia sin hilos también lo comercializó Zenith (donde él ya trabajaba como ingeniero), que lo bautizó con el rimbombante nombre de Flashmatic, un artilugio con estética de pistola de Star Trek . De hecho, ya era eso, ya que para que funcionase se debía tener una puntería muy fino para disparar un rayo de luz que impactase en un punto muy concreto de la tele (una célula fotoeléctrica). Si se conseguía acertar la tele se conectaba, apagaba o cambiase de canal. Pero no siempre se acertaba y, encima, si se encendía una lámpara, o entraba un inesperado rayo de luz en la habitación, el televisor sufría un incontrolable y estresante ataque de zapeo.

EL PERFECCIONAMIENTO

Un año después, Zenith sacó al mercado una versión mejorada del artilugio, ideada por el físico e inventor vienés Robert Adler, un judío que se vio obligado a abandonar Austria en 1939 tras la anexión nazi y se instaló en EEUU tras pasar por Bélgica e Inglaterra. El aparato se llamaba Zenith Space Command, y utilizaba los ultrasonidos para cambiar el canal y el volumen.

Pero la idea de controlar un mundo con un botón y desde el sofá de casa ya había calado, y todo lo que ha venido después ha sido una revolución cultural, económica y social. Descanse en paz, Eugene Polley.