Diario Córdoba

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Al margen

Los que se quedan

El director Payne sabe cómo profundizar en los personajes y crear situaciones tan tristes como divertidas

Paul Giamatti en 'Los que se quedan'. CÓRDOBA

De un tiempo a esta parte, no deja de llegar buen cine cada semana, parece que estamos en racha. Llegó lo último de Scorsese, Scott, Moretti, Justine Triet, Kaurismaki, Tran Anh Hung, Garrone, alguna ópera prima notable como Vidas pasadas; incluso hemos tenido una excelente película para recordar las pasadas fiestas, me refiero a The Holdovers o, como se ha titulado aquí, Los que se quedan. Alexander Payne, el director estadounidense que domó a Jack Nicholson en A propósito de Schmidt, emborrachó a Paul Giamatti en Entre copas y desorientó a Bruce Dern en Nebraska, ahora vuelve para contarnos un bello, enternecedor y elegante cuento de navidad, bastante alejado de lo convencional, situado en los años setenta, en un centro educativo norteamericano de renombre.

Justo cuando van a comenzar las vacaciones, un grupo de alumnos que no tienen a dónde ir se quedan en el colegio, bajo la vigilancia del profesor más cascarrabias, y, en servicios mínimos, asistidos en materia culinaria por la cocinera, una viuda que ha perdido a su hijo en Vietnam. A partir de aquí, una vez presentados los personajes, el guion de David Hemingson se centra en la relación entre el alumno más problemático e inteligente (Dominic Sessa) y el antipático y rígido docente que hace el gran Giamatti y que, poco a poco, sabrá ganarse no sólo al joven pupilo sino también al espectador.

Iremos descubriendo el pasado de cada uno de ellos y los problemas que le han llevado hasta ser como son, o aparentan ser. Payne sabe cómo profundizar en los personajes y crear situaciones tan tristes como divertidas, dotándolas de melancolía y ternura. Además de sobresalientes interpretaciones y un sagaz guion, encontramos una banda sonora memorable, rebosante de sensibilidad, firmada por Mark Orton, salpicada de temas musicales muy bien introducidos, desde Damien Jurado hasta Cat Stevens, así como una fotografía de Eigild Bryld muy al servicio de esta comedia dramática que incluye una road movie sentimental, toda una lección de vida.

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