Diario Córdoba

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Al margen

20.000 especies de abejas

La película funciona perfectamente como metáfora de la idea de que cada persona es única y debe poseer libertad absoluta sobre su ser

Fotograma de la película '20.000 especies de abejas'. CÓRDOBA

Impresionantes las interpretaciones de la niña Sofía Otero (Mejor interpretación protagonista en la última Berlinale, donde consiguió el Oso de Plata) y de Patricia López Arnáiz (Mejor actriz de reparto en el último Festival en Español de Málaga); además, la directora y guionista, debutante en el largometraje -aunque no lo parezca, pues le sobra inteligencia y sensibilidad-, Estibaliz Urresola Solaguren, supo alzarse con la Biznaga de Oro a la Mejor película por esta 20.000 especies de abejas, título que habrá quien se pregunte a cuento de qué viene. Sin embargo, funciona perfectamente como metáfora de lo que se nos cuenta aquí: que cada uno es cada uno, cada persona es única y -aunque parezca de cajón- debe poseer libertad absoluta sobre su ser, independientemente de lo que opinen sus alrededores: ya sean vecinos o familiares.

No obstante, el tema está tratado con la suficiente precisión y madurez como para conseguir resultados óptimos. El silencio es la opción que escoge la protagonista cuando se le pregunta por su nombre, al silencio recurre cuando los demás la inducen a formas masculinas, y silencio es lo que predomina en este filme alrededor de su historia.

La película arranca cuando una madre, inmersa en una crisis personal y profesional -pendiente de una plaza de profesora de arte- , decide viajar con sus tres hijos, y sin marido, hasta la casa materna. Allí intenta recuperar el taller de escultor de su padre, ya fallecido, ante la disconformidad de su madre (Itziar Lazcano) a la vez que se ocupa de sus tres vástagos, sobre todo de Cocó, la protagonista, que no entiende por qué insisten todos en llamarle Aitor, salvo su tía (Ane Gabarain), con la que tiene especial sintonía al ser la única persona que la comprende mientras comparten su pasión por las abejas y la naturaleza. Estamos ante una vuelta al cine de lo rural, como ya ocurriera en Alcarrás o en Verano 1993, una nueva mirada hacia lo natural. Como natural es también escuchar en una cinta como esta diferentes voces que hablan español, euskera y francés.

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