Juan Luis Arsuaga es un personaje particularmente incómodo para ser entrevistado. No porque su conversación resulte vacua -pocas cuestiones son más interesantes y trascendentales que las que suelen ocupar su discurso-, ni porque no dé buenos titulares -es una máquina de soltar frases merecedoras de ser esculpidas en mármol-, sino porque pertenece a esa categoría de mentes preclaras que responden con más preguntas que las que se le lanzan. Al final, después de llevarte de excursión por un jardín de teorías, disertaciones y caminos perdidos alrededor del origen de la vida, las especies y la evolución, te mira y te dice: «¿A ti qué te parece?». Como si uno supiera lo que él simula ignorar. Con esa actitud erudita y escéptica, acaba de reunir en un libro todo el conocimiento que hay acumulado acerca de por qué las cosas son como son, desde la conciencia humana al ala de una libélula, desde el fervor contagioso de un forofo del Barça en el Camp Nou al último avance en inteligencia artificial. Pero que nadie espere encontrar en Vida, la gran historia (Destino) conclusiones cerradas. Acostumbrado a buscar respuestas enterradas en la tierra, el fuerte del paleontólogo es sembrar dudas entre los vivos.

-¿Contar la historia de la vida no es una pretensión arrogante?

-Arrogantes son los gurús que escriben libros para arreglarle la vida a la gente y decirle lo que tiene que pensar. Ah, no puedo con la epidemia de los libros de autoayuda. Yo busco justo lo contrario. Soy socrático, no respondo, hago preguntas. Cuento lo que la ciencia ha descubierto, y que luego cada uno opine lo que quiera.

-Mi objetivo es conocer su opinión, que se moje. Empecemos por algo sencillo: ¿la vida tiene sentido?

-El sentido es un concepto que pertenece al campo de la metafísica, no es mi competencia, ésa no es una pregunta para un biólogo. Ni siquiera la ética es una pregunta válida para mí. La ciencia cuenta cómo son las cosas, no cómo deberían ser. ¿Es ético ser un parásito? Pues no lo sé, usted verá, pero en la naturaleza hay multitud de parásitos, y cumplen su función.

-¿Cuál es la función de la vida?

-El único objetivo de la vida es ocupar todos los nichos que hay en un ecosistema y seguir creando nuevas posibilidades de vida. A la vida solo le interesa expandirse, diversificarse, propagarse, abrirse camino. Es su tendencia natural, es la única lógica de la evolución, no hay otra, no existe ningún para qué. Ya sea una bacteria, una almeja, un crisantemo o un ser humano. Solo aspiran a ocuparlo todo.

-¿Estaba llamada a tener las formas de expresión que conocemos?

-Yo soy poco partidario del determinismo, creo que lo que vemos a nuestro alrededor fue más fruto del azar que de la necesidad. Se supone que la evolución ha ido generando seres cada vez más complejos, ¿pero qué diablos es la complejidad? ¿Somos más complejos nosotros que un geranio o un murciélago? El geranio hace la fotosíntesis, poca broma. Y el murciélago usa un sónar para orientarse en la oscuridad, que tampoco está mal. De joven leí un libro que me marcó, ‘El azar y la necesidad’, de Jacques Monod, que terminaba con una frase brutal: estamos solos ante un universo indiferente.

-¿La suscribe?

-Totalmente. Lo peor no es habitar un universo hostil, sino que este sea indiferente a nuestras preocupaciones. Lo otro, eso de que alguien ha escrito un guion para que el universo, el planeta y la vida evolucionen hasta llegar a nosotros, era demasiado bonito para ser real.

-Ya sabe, nos encantan los finales felices.

-Pues siento decepcionarle, pero en la evolución no existe ningún guion, no hay ningún para qué. La vida es ciega, va a tientas, es una continua prueba y error. Pero no se para nunca, está todo el tiempo inventando, va probando continuamente nuevas formas de expresión. La vida no busca, pero encuentra.

-¿Tenemos ya claro por qué surgió cuando surgió?

-Lo llamativo de la vida es lo pronto que surgió. Solo pudo hacerlo hace 4.000 años. Antes era imposible, porque este planeta era un infierno. No paraban de caer meteoritos, la temperatura era altísima y no había agua. Pero ese ambiente hostil se fue estabilizando y hace 3.800 millones de años se dieron las condiciones necesarias para que surgiera la vida. Y tan pronto como pudo surgir, surgió. Curioso, ¿verdad? .