Las llamadas metodologías participativas de enseñanza se imponen en las aulas. Como explica el director del departamento de Educación de la Universidad de Córdoba, José Luiz Álvarez, «los principios de estas metodologías no son nuevos. Lo que hemos ido haciendo en los actuales enfoques innovadores que se aplican en todo el sistema educativo -incluida la Educación Superior- es añadir componentes, recursos y potentes tecnologías a las bases metodológicas que ya venían funcionando».

Recientemente, el seminario Metodologías Activas de Aprendizaje en la Educación Superior, celebrado en la UCO, revisó la salud de las prácticas de enseñanza-aprendizaje y de la investigación pedagógica en relación con metodologías activas que se utilizan en las universidades. Así, se abordó una metodología clásica (aprendizaje basado en proyectos), una metodología emergente (aprendizaje-servicio), una estrategia organizativa facilitada tecnológicamente (aprendizaje invertido) y un tipo de recursos motivacionales asociados a las tecnologías de juego (gamificación).

INTERÉS CRECIENTE/ El uso de estas metodologías y recursos es creciente, así como la investigación en estas áreas. «Se sabe que las competencias cuya adquisición es propiciada por estos enfoques metodológicos son diversas y su aprendizaje es efectivo, aunque estos no se hallan exentos de limitaciones. Cada metodología y recurso tiene su potencialidad, de tal forma que, en general, se podría decir que se trata de enfoques complementarios, que no se excluyen en la impartición de una misma asignatura», explica Álvarez.

En estas metodologías de enseñanza, el estudiante es quien asume la responsabilidad de adquirir competencias activa y autónomamente, mientras que el docente es el experto en organizar un entorno propicio y en disponer los recursos didácticos más adecuados que sirvan al alumnado para sus fines de aprendizaje y desarrollo personal, social y profesional. En todos los enfoques metodológicos, el rol docente no es tan directivo como en la enseñanza tradicional, sino que se encuentra más relacionado con la orientación, la tutoría, la creación de entornos de aprendizaje y el acompañamiento experto.

UNIVERSIDAD/ «Las prácticas de enseñanza-aprendizaje en la universidad todavía deben seguir evolucionando, porque probablemente no se ha conseguido aún una ponderación equilibrada entre la instrucción directa -de la que tampoco se puede prescindir- y el trabajo autónomo del alumnado, tanto individual como cooperativo», reconoce.

Esta autonomía se pone en práctica y se desarrolla en el diseño y la ejecución de proyectos, en los debates presenciales o virtuales, en talleres, en actividades de servicio en entornos comunitarios o en presentaciones en las que se difunde el conocimiento construido cooperativamente. «Afortunadamente, en las universidades españolas hemos avanzado considerablemente en la implementación de este tipo de actividades», dice, pero reconoce que «debemos seguir progresando en efectividad y para ello necesitamos más recursos y más formación del profesorado».

Hay otras barreras que ya no dependen tanto de la universidad como que algunos alumnos y alumnas llegan a ella con hábitos consumistas de información y priorizan las notas a la adquisición de competencias transversales y específicas de las titulaciones en las que se matriculan. «Al decir esto, no estoy atribuyendo la responsabilidad a los y las estudiantes, sino más bien al sistema educativo no universitario, que condiciona algunos hábitos y actitudes que no son coherentes con la puesta en marcha de metodologías activas. Para ir superando estas barreras, habría que repensar todo el sistema educativo de manera conjunta, desde la Educación Infantil hasta la Educación Superior, con objeto de que este sirva así mejor a las necesidades y demandas sociales», opina el director del departamento de Educación.

ALUMNADO/ El alumnado es muy diverso. Las ganas de aprender, la autonomía y responsabilidad varían entre unos y otros. Por otra parte, diversos rasgos de personalidad marcan diferencias importantes en el nivel de actividad grupal y trabajo en equipo. Esta diversidad debe ser considerada en el momento de planificar metodológicamente una asignatura y de organizar los grupos de trabajo en clase, de tal forma que los y las estudiantes puedan aprender unos de otros y motivarse mutuamente. «El aprendizaje entre iguales diversos es una estrategia muy relevante no solo desde la perspectiva académica, sino también desde la personal y social, así como desde la profesional (los empleadores valoran la capacidad de trabajar cooperativamente en contextos de diversidad)», hace hincapié. Naturalmente, el tamaño de los grupos condiciona el uso de estas metodologías, pero «hoy existen oportunidades suficientes en nuestras universidades para aprender mediante metodologías activas».

Por lo que respecta al profesorado, Álvarez reconoce que «buena parte del mismo aún necesita avanzar en el dominio de las metodologías activas, del uso de la tecnología o de las técnicas de evaluación y autoevaluación». Y también hay competencias básicas para ejercer adecuadamente la docencia en la universidad: capacidad de planificación, de aplicación metodológica, de evaluación, de orientación y tutoría, de coordinación y trabajo en equipo, de innovación e investigación docente, así como habilidades sociales y comunicativas, conocimiento del contexto institucional y un perfil ético y de responsabilidad social, competencias que son cada vez más objeto de formación en las universidades. «Cuestiones distintas son la transferencia (que las competencias docentes adquiridas se pongan en práctica) y el impacto (la efectividad que tiene la aplicación de las competencias docentes sobre el aprendizaje del alumnado). Aún carecemos de evaluaciones rigurosas con resultados generalizables sobre estos aspectos», concluye Álvarez.H