De no ser por su leyenda -a veces negra- de siglo y medio de historia, la ganadería de Miura sería una más de las muchas que se anuncian sin gran brillo por los ruedos del mundo. Desde hace algunas temporadas, los toros de la divisa grana y verde han dejado de ser aquellos terroríficos ejemplares que, por su sentido y poder, hacían temblar las piernas de los toreros con solo escuchar su nombre.

Pero, como va siendo norma de las últimas camadas, en la vacada sevillana ahora predominan animales como los lidiados ayer en Bilbao: con volumen y aparato, que no con cuajo, pero también muy escasos de fuerzas, flojos de remos, encogidos de riñones y con un comportamiento soso y descastado, manejable en ocasiones, cuando no venido a menos y sin apenas fondo ni duración. Así fue el encierro que cerró las Corridas Generales de Bilbao, con el que, sin apuros aparentes, brilló muy por encima una terna de jóvenes espadas sin experiencia con la divisa, pues sólo uno de ellos, el malagueño Fortes, se había enfrentado antes a las reses de la finca Zahariche y en una única ocasión. Fue Fortes el que cuajó los muletazos de mayor pureza y temple de la tarde, logrados con el que abrió plaza, un cinqueño de medias arrancadas.