Saúl Jiménez Fortes cortó ayer un total de dos orejas en su encerrona en Málaga que podrían haber sido más si la presidencia no hubiera declinado la petición de algunas de ellas mayoritaria, en una tarde en la que ofreció una gran dimensión, además de acabar herido.

Suelen contar que cuando un torero se encierra con seis toros en su plaza, la tarde juega como un arma de doble filo, si salen las cosas rodadas, puede pegar un puñetazo sobre la mesa, pero si las cosas salen mal, te puede hundir a los infiernos taurinos.

No era una tarde fácil para Saúl, un compromiso muy importante con su tierra, con la afición y con él mismo. No todas las tardes uno toma esa difícil decisión de afrontar un esfuerzo así, y, para colmo, elegir algunos toros de ganaderías llamadas toristas.

Pero Fortes, como bien su apellido indica, tiene esa fuerza y esa raza interior para tirar hacia delante y demostrar que no hay inconveniente que le achique, que ser el triunfador el año pasado de la feria no fue una casualidad.

Por ello, y para complicar aún más el asunto, decidió lidiar un toro de la ganadería de Victorino Martín, a priori nada fácil, pero Saúl, lo resolvió como si llevase toda la vida matando victorinos.

Con el capote no pudo lucirse, pero, muy inteligente, se lo fue sacando a los medios muy despacio, bajando mucho la mano. Con la muleta comenzó con doblones de mucho gusto y clase, mientras que el de victorino humillaba queriéndose comer la muleta.

TRES TANDAS DE CRUJIR LA PLAZA/ Después vinieron tres tandas sobre la derecha de crujir la plaza y de hacer rabiar a todo aquel que declinó en venir y perderse tan maravillosa faena. Sobre la izquierda el toro era más complicado, pero a base de llevarlo e ir conduciéndole la embestida, consiguió sacarle naturales largos, hondos y de exquisita belleza.

Llegó el momento de entrar a matar. Fortes se tiró totalmente de frente, sin aliviarse, y llegó la cornada en un certero testarazo del animal.

Faena de muchos quilates, de auténtica obra de arte y de ser recordada. Pasó a la enfermería para una primera cura y salió pasados unos 15 minutos a matar los dos que aún le faltaban.

Comenzó Fortes la tarde yéndose a la puerta de toriles para recibir a su primero, de la ganadería de Virgen María.

Con la muleta, tuvo que ir quitándole los defectos a un toro que soltaba mucho la cara, por eso los pases fueron de uno en uno, con temple, haciendo las cosas bien. Se impuso el malagueño antes de que el animal se viniera abajo y buscara tablas.

El segundo, de La Palmosilla, le enjaretó un precioso galleo por chicuelinas de manos bajas para llevarlo al caballo. Toro nobilísimo al que Fortes comenzó la faena rodillas y haciendo el cartucho del pescao para después pegarle unos naturales también de hinojos sensacionales.

Toreó de dulce sobre ambas manos, con gusto, con clase, con hondura hasta agotarlo por completo.

El tercero, de Victoriano del Río, fue un toro complicado, con una embestida poco franca, que supo domeñar el malagueño a base de temple y darle sus tiempos.

El quinto fue de José Vázquez, manso desde salida, que huía de todo aquel que se podía por delante, no quería ver ni un solo capote. No lo tenía tampoco nada fácil Fortes, que, no obstante, le cogió la distancia para traerlo embebido en la muleta.

Lo consiguió Saúl, que ya llevaba la cornada, y pudo llegar a cortarle oreja de no ser por la espada. El sexto fue un sobrero de El Ventorrillo. Muy firme y dispuesto, después de tres horas de festejo y de una cornada, afrontó Fortes la lidia de este animal que comenzó sentado en una silla de eneas con pases por bajo.

No fue fácil imponerse a este astado, que terminó rajándose, al que Saúl supo sacarle provecho.