Ganado: seis toros de Fuente Ymbro, de buena presencia y, en general, de poco fondo. La excepción fue el bravo y extraordinario tercero, de nombre Pijotero, fuertemente ovacionado en el arrastre. El primero se movió a su aire y con poco celo; reservón y sin entrega, el segundo; noble pero sin clase, el cuarto; complicado, el quinto; y flojo y sin poder, el sexto.

Finito de Córdoba: pinchazo y bajonazo (silencio); pinchazo, estocada corta, trasera y perpendicular, y descabello (silencio).

Diego Urdiales: pinchazo, estocada trasera y desprendida, y cuatro descabellos (silencio tras aviso); pinchazo y media caída (silencio).

Miguel Ángel Perera: estocada trasera y desprendida (dos orejas protestadas tras aviso); pinchazo y media (silencio).

Cuadrillas: Curro Javier y Vicente Herrera saludaron tras banderillear al sexto.

Incidencias: el rey Juan Carlos presenció la corrida acompañado de su hija, la infanta Elena, y su nieta, Victoria Federica de Marichalar y Borbón.

Plaza: Las Ventas (Madrid). Lleno de "no hay billetes" (23.624 espectadores) en tarde de calor soportable.

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Un gran toro de Fuente Ymbro, de nombre Pijotero, permitió a Miguel Ángel Perera abrir hoy la primera Puerta Grande de San Isidro, un triunfo polémico y muy protestado por gran parte de los tendidos, que, a decir verdad, no les faltó razón, pues fue el animal el verdadero protagonista de la función.

Va a costar ver en San Isidro un toro tan completo. Y tan bravo. Ya de salida demostró en los capotes el buen son y la codicia que acabaría desarrollando después, porque qué alegría lució Pijotero en las primeras arrancadas, qué casta y qué clase para perseguir los engaños de un Perera que, aunque generoso con él, no estuvo a la misma altura.

Y no lo estuvo porque las series por el derecho, en las que el extremeño se lo dejó venir de largo, iban perdiendo intensidad a partir del tercer muletazo, justo cuando el torero se acomodaba detrás de la pala, amontonaba pases y ahogaba así la bravura de Pijotero que, ya está dicho, tenía ritmo y fondo para haber sido todavía más bondadoso con él y menos ratón.

Pero la sensación de ligazón, las tablas tan sobradas que tiene el de La Puebla de Prior para esconder esas triquiñuelas, hicieron que el gran público, el habitual de San Isidro y el que no se deja ver ni de refilón el resto de festejos de temporada, entrara también en el canasto, generando un ambiente de desmedido fervor.

También, incluso, cuando Perera se puso por el izquierdo, cuando, a decir verdad, por ese lado no hubo la misma sintonía, ni uno estimable, especialmente porque el torero no le cogió el aire, pues el animal, en dos veces que lo supo enganchar, embistió también cumbre.

Pero la parroquia, con sed de triunfo del que presumir y brindar después, seguía tragando. Y todavía más, cuando, tras cuatro cositas de aderezo final en la distancia corta, la estocada cayera atrás y desprendida. Dio igual. La plaza se tiñó de blanco en demanda de una oreja que, reglamentariamente, tuvo que caer, un premio que, por méritos contraídos, hubiera sido el justo.

Lo que no se explica fue que, tras una palpable disminución de pañuelos en la petición del segundo trofeo, el usía, tan nuevo en estas lides como poco riguroso, sacó el suyo abriéndole así a Perera su sexta Puerta Grande de Madrid, sin duda, la más polémica, barata e inmerecida de todas.

El aficionado de verdad (que no el gran público) se hizo notar en ese momento, asombrado y tremendamente molesto, tanto que, tras censurarle insistentemente el triunfo a Perera, la tomaron después con el presidente a gritos de "¡fuera del palco!" y otros improperios irreproducibles.

Miguel Ángel Perera, con las dos orejas, en la vuelta al ruedo. EFE

Y no es para menos, porque si esta va a ser la vara de medir, la feria puede ser de arrea. Algunos lo celebraran por todo lo alto como un éxito personal, pero otros, los más sensatos y amantes del toreo de verdad, se tirarán de las orejas porque, de seguir así, este espectáculo, ya adulterado desde hace años, morirá dándose la puntilla a sí mismo.

No hubo más en la tarde. Salvo por Pijotero, la buena racha de Fuente Ymbro se vi truncada por culpa de una corrida bien hecha, fina y seria por delante, pero a la que le faltó sobre todo fondo.

Con estos mimbres, Perera se estrelló con un sexto blando y sin poder, que acabó afligiéndose; la tarde de Finito quedó resumida en cuatro o cinco pinceladas de extraordinario sabor a su primero; y Urdiales, al que la afición de Madrid sacó a saludar tras su rotundo triunfo el pasado otoño, dio la cara y estuvo por encima de un lote muy deslucido por desabrido y complicado.

Las declaraciones de los toreros

"Venía con mucha ilusión pero no ha podido ser. Mi primero hacía cosas muy raras, muy incierto, y, aunque le he pegado alguno, no he podido redondear. El cuarto era muy probón, nada claro, y con él he intentado ponerme pero ha sido muy difícil", señaló Finito de Córdoba tras la corrida.

«Estoy tremendamente feliz, más que un sueño, abrir seis Puerta Grande en Madrid es un auténtico privilegio», así de exultante se mostró Miguel Ángel Perera pocos minutos antes de ser aupado a hombros para cruzar el umbral de la gloria que conduce a la madrileña calle de Alcalá. «Hacía mucho tiempo que no sentía Madrid tan entregada. Me han venido muchos recuerdos, y ahora mismo no me cambio por nadie. Esto es la gloria y quiero saborearla», apostilló. Pero, antes, hablando sobre la corrida, Perera agradecía «la raza» que sacó el toro del triunfo, el tercero, de nombre Pijotero, al que Madrid también rindió tributo con una sonora y merecida ovación. «Fíjate que en los primeros tercios no lo veía nada claro. No se definía. Pero he optado por darle distancia, lucirlo, y él me lo ha agradecido sacando un torrente de raza que me ha permitido cuajarlo y reencontrarme con esta afición tan maravillosa», confesaba.

Pero hubo cierto sector que no le estuvo tan de acuerdo con la concesión del doble trofeo: «Hay opiniones para todos los gustos. Madrid es así. Lo respeto, claro está, pero yo estoy muy tranquilo y satisfecho de lo que he hecho», reconoció. Lástima que con el sexto no se pudiera redondear la tarde para él: “Se ha acabado muy pronto».

Diego Urdiales se marchaba de la plaza visiblemente contrariado al estrellarse con un lote de pocas opciones. «Es una pena, porque esta ganadería venía con una racha muy buena y hoy no ha podido ser. Mi primero ha sido un toro que no se ha entregado y al otro le faltaban finales y mejores intenciones. Con los dos he hecho el esfuerzo y eso es lo que me llevo al hotel, que me he vaciado y lo he intentado por activa y por pasiva», declaró el riojano.