Ganado: seis toros de Manuel Blázquez, muy bien presentados, dejándose hacer tercero, quinto y sexto, siendo pitados en el arrastre primero, segundo y tercero.

Manuel Escribano: estocada caída (saludos desde el tercio); media estocada, descabello, estocada y descabello (saludos tras aviso).

David Galván: estocada caída y dos descabellos (saludos tras aviso); estocada caída (oreja tras aviso).

Román: estocada y dos descabellos (saludos tras aviso); más de media estocada y descabello (saludos tras fuerte petición).

Plaza: Coso de Los Llanos (Pozoblanco). Menos de media entrada en tarde de temperatura agradable. Segundo festejo del abono de la feria en honor a Ntra. Sra. de las Mercedes.

El ganado y el uso de la espada condicionaron en gran medida el segundo de los festejos de la feria taurina de Pozoblanco celebrado ayer en el Coso de Los Llanos, recinto que no alcanzó ni la media entrada pese a lo atractivo del cartel, en el que se combinaban juventud y experiencia, anunciándose igualmente una ganadería que venía avalada por su procedencia y los resultados de temporadas anteriores. La apuesta de la empresa que gestiona el coso pozoalbense es digna de elogio, toda vez que ofrece un abono variado con carteles para todo tipo de aficionados, y el de ayer, con Escribano, Galván y Román, era de los que prometía. Aunque como reza el dicho, «el hombre propone, Dios dispone y el toro lo descompone».

Y fue precisamente el toro, en concreto los tres primeros ejemplares del encierro que Manuel Bláquez, mansurrones, sin ningún atisbo de casta y la mayoría de las veces embistiendo a arreones, uno de los condicionantes del festejo, especialmente de la primera parte. Cambió algo la cosa con la salida del cuarto y demanera notable en el quinto, un cinqueño con pocos días para cumplir los seis años, de muy serias defensas que le tocó en suerte a David Galván, que ayer reaparecía en Pozoblanco tras la fractura del radio del brazo derecho que se produjo el pasado 16 de agosto en Alfaro.

Tras recibirlo con unas verónicas genuflexas de bella factura y recetar un quite por ajustadas gaoneras tras el picotazo de rigor que recibió su oponente, el de San Fernando comenzó su faena de muleta por el pitón derecho con tandas en las que se vieron varios pases ciertamente estimables, coincidiendo el cambio de mano con la fase menos clara de su actuación ya que su enemigo se comenzaba a venir abajo. Con el cambio al pitón derecho no consiguió los niveles alcanzados en el arranque de su faena, por lo que tuvo que recurrir a las cercanías y a un desplante final como preámbulo a la estocada, mostrándose en esta ocasión más certero que en el primero de su lote, lo que tal y como iba la tarde, ya era todo un éxito.

Precisamente su mal uso del acero privó a Galván de lo que podría haber sido otro trofeo ante su primer antagonista, animal en este caso mansurrón hasta decir basta y al que había que tapar la salida en cada pase para que no se fuera buscando las tablas. Labor de entrega en la que cabe reseñar un cambio de mano de cartel en el trasteo, varios pases de pecho y derechazos sueltos ya que no hubo manera de ligar una serie completa ante las nulas cualidades de su antagonista.

Y ante semejante material se enfrentaron sus compañeros de cartel, corriendo peor suerte Manuel Escribano, que abría plaza con todo un regalito que desde salida ya cantó sus virtudes con dos coladas escalofriantes, que volvieron a repetirse cuando el de Genera intentaba torearlo por el pitón izquierdo. En el segundo de su lote, al que recibía con dos largas cambiadas de rodillas y al que pudo banderillerar con la alegría y acierto que le faltó en su primero, Escribano arrancó la faena de muleta con dos pases cambiados por la espalda en mitad del ruedo, a los que siguieron dos tandas que hacían presagiar lo mejor. Desgraciadamente todo fue un espejismo ya que al sentirse dominado, el toro se rajó por completo lo que obligó al matador a tirar de oficio, perdiendo con la espada lo que podría haber sido un más que merecido trofeo como premio a su entrega.

En el caso de Román, sus dos toros evidenciaron también una falta de raza abrumadora, más si cabe el primero de su lote, un manso de embestida nada clara en el que el valenciano no expuso en exceso abusando del pico de la muleta y tomando muchas precauciones.

Algo más acertado, al menos en su colocación, estuvo en el que cerraba plaza, especialmente en el inicio de la faena de muleta y en varias tandas de naturales rematadas con largos pases de pecho, aunque cuando le exigía al toro, éste se desentendía de la pelea siguiendo un patrón similar al de sus hermanos.