Para la Córdoba del 20 de julio de 1969, quizás era un hito más inalcanzable la oferta publicitaria que aparecía en las páginas de Diario CÓRDOBA que el hecho de que el hombre pudiese dejar su huella en la Luna. «¿Un chalet junto al Gran Capitán?». Así anunciaba Construcciones AVA su promoción de viviendas El encinar del duende. Dicho así, parece como el chiste del niño aquel que le preguntaba al padre: «¿Qué está más lejos, el pueblo de la omá o la Luna?»; y el padre le respondía: «¿Tú ves el pueblo de la omá desde aquí?».

Porque la Luna se veía al alcance del dedo índice cuando se señalaba hacia el cielo, y para acceder a El encinar del duende desde la estatua del Gran Capitán al menos había que coger la línea 3 del autobús. Claro que, por ver caer barreras infranqueables... Si el día 20 Armstrong dijo desde la Luna aquello de «esto es un pequeño paso...», el día 21 se produjo también el germen de otro proceso que habría de dar un vuelco a la historia, otro gran paso, al menos para los españoles. Poco se habla estos días, pero el próximo lunes se cumplen 50 años de la designación de Juan Carlos de Borbón como príncipe de España. Francisco Franco desginó al que debía ser su sucesor a título de Rey. Que venían tiempos de cambio quizás también estaba escrito en las estrellas.

En 1969, Córdoba estrenó el Hospital General Provincial, el Hospital Psiquiátrico, comenzaron a circular los vehículos por el nuevo viaducto de La Letro y el Ayuntamiento trasladó sus dependencias a las nuevas casas consistoriales en la calle Pedro López. Abrió sus puertas un restaurante que ya es pasado, pero que ha dejado su huella en forma de nostálgico sabor, Ciro’s, y el embalse de Iznájar empezó a dar abastecimiento a un importante núcleo de población de la provincia. En la entrada a la ciudad desde el sur, un socavón frente al Palace anunciaba la inminencia de una fuente en cuya agua se reflejan hasta hoy las noches de luna.

Pero el caso es que nada como el cielo y el espacio fue protagonista en aquella Córdoba que tenía a Antonio Guzmán Reina como alcalde. Porque el 19 de agosto, un mes casi después de que la ciudad alzase la barbilla para no perder detalle de lo que estaba sucediendo en la Luna, el cielo se rebeló con una noticia que sentó como una sacudida. Un rayo destruyó el Sagrado Corazón de Jesús en Las Ermitas. Tres años más tarde, en mayo del año 1972, cuando estaba a punto de inaugurarse la nueva escultura, un nuevo rayo la decapitó y la afectó de nuevo seriamente.

Aquel verano, los cordobeses se acostumbraron a tener el cielo en perspectiva. Primero fueron Armstrong, Aldrin y Collins, después aquel mal rayo que partió el icónico monumento que luce en donde la Sierra traza una línea con el aire, pero habría más razones por las que no perder la órbita. El 20 de agosto, Manuel Benítez El Cordobés recibió el título y la licencia de piloto privado. Por primera vez como comandante de la avioneta sobrevoló sus fincas de la provincia. La cartilla de vuelo le fue entregada por en que fue su profesor, Antonio Díaz Martín, del Real Aero Club de Córdoba. Desde entonces, cada vez que se escuchaba sobre el cielo de la ciudad el sonido de un motor, los cordobeses esperaban ver pasar la avioneta de El Cordobés, como si el cielo fuese una más de las parcelas del diestro de Palma del Río. Conocido el ímpetu de Manuel Benítez, más de uno no descartaría que era capaz de aterrizar esa avioneta en donde Armstrong había dejado su huella.