Los alumnos, desde los más pequeños a los más mayores, están sumergidos en la confinada educación online, una técnica complicada que lo es todavía más en los hogares con modestos recursos económicos y digitales. Salvo contadísimas excepciones, el Gobierno ha descartado abrir las aulas físicas. La enseñanza virtual continuará hasta junio, cuando termine el año académico 2019-2020.

¿Y después? ¿Qué pasará en septiembre? ¿Volverán a llenar los estudiantes los pupitres? La respuesta está cada vez más clara. Fuentes del Ministerio de Educación admiten a este periódico que «la posibilidad de trabajar online no se descarta, sobre todo, para el comienzo del curso». Una opción que se perfila es que pueda haber alumnos presenciales y otros digitales por turnos.

MEDIDAS DE PRECAUCIÓN / Los países que han regresado parcialmente a las aulas lo han hecho multiplicando las medidas de precaución frente al coronavirus que azota el planeta: higiene y distancia social (pupitres individuales y bastantes separados). En China, los coles que han abierto se desinfectan varias veces al día, el uso de mascarilla es obligatorio y hay mamparas en cada mesa. Hay centros, incluso, que obligan a llevar la cara protegida con visera de plástico.

En España, la nueva normalidad implica limitación de aforo en cualquier recinto con público, ya sean cines, teatros, bares o tiendas. Quedan meses por delante hasta septiembre y nadie sabe muy bien cómo de acotado estará para entonces el covid-19. Pero el temor a posibles rebrotes hace que las autoridades educativas extremen la cautela. Es evidente que tiene que haber menos alumnos por aula (y no con 28, como sucede ahora). Pero ni mucho menos todos los colegios están en disposición de aliviar el espacio físico.

La conmoción que provoca un comienzo de curso escolar digital es evidente. Una bofetada para todos, incluidos los padres y las madres, para los que conciliar vida familiar y laboral en condiciones normales ya es un acto heroico. También para los profesores, que han hecho un esfuerzo colosal durante el confinamiento para mantener la actividad académica.

«Con 110 alumnos que van desde los 15 años hasta los 18, Marta Babé, profesora de Economía en un instituto público de San Sebastián de los Reyes (Madrid), asume que el inicio del curso 2020-21 será raro y lo más probable es que sea digital. Babé está pletórica con la educación online («por fin tengo a mis alumnos callados y atendiéndome», sonríe) pero asegura que las administraciones tendrán que tomar medidas para afrontar el raro y nuevo año académico. Algunas de ellas serían contratar profesores de apoyo porque el teletrabajo actual les desborda y disminuir «de forma inteligente» los currículos. «Yo doy clases igual a las que las daba antes de la pandemia. Me conecto con dos grupos a la vez, unos 47 chavales, y hacemos el aula virtual. La mayoría se conecta por el móvil. Todo esto está siendo una oportunidad dentro de la dificultad», admite Babé, que forma parte de la Asociación Mejora tu Escuela Pública. «Mi experiencia con la educación online está siendo muy satisfactoria. Creo que somos también una ayuda para padres y madres porque si no los chavales estarían jugando con las consolas todo el día», sonríe.

«Nadie sabe muy bien cómo comenzará el próximo curso. Desde el punto de vista sanitario, a lo mejor lo prudente es combinar la enseñanza online con la presencial», destaca Pepa Maymó, profesora de Lengua y Literatura catalana en Stucom, un centro concertado de Barcelona donde se imparte Bachillerato y ciclos formativos. «No hay duda de que la mejor educación es la presencial, pero dentro del momento complicado que vivimos nos hemos adaptado. La educación virtual permite a los estudiantes mantener la rutina. Aunque es muy preocupante la brecha social y digital», concluye Maymó, mientras destaca que una de las lecciones de la pandemia es la necesidad de invertir en sanidad y educación.