Los escépticos de las vacunas parecían condenados a ser una minoría extravagante tras siglos en los que éstas frenaron epidemias letales, pero el movimiento antivacuna ha resurgido cuando menos se esperaba, alentado por la difusión de bulos en las redes sociales que algunos políticos creen y abanderan.

El gran aumento este año de los casos de sarampión en el mundo, del 30% hasta 173.000 casos en el 2018, según la Organización Mundial de la Salud, da una señal de alerta sobre los negativos efectos de este movimiento, renacido en los últimos 20 años y que para la OMS es clave en la reaparición de la enfermedad en países de Occidente donde se consideraba cosa del pasado, como Alemania o Italia.

Solo en los primeros seis meses de este año hubo en Europa 41.000 casos, más que los 24.000 registrados en todo 2017, y 17 fallecidos por una enfermedad que, pese a su bajo nivel de mortalidad, puede causar secuelas crónicas a los que la padecen, como ceguera. El auge de estos casos no puede atribuirse solo al movimiento antivacunas, pero coincide en el tiempo con éste, y con su repercusión en celebridades y gente con capacidad de influir, en un momento idílico para la expansión de rumores a través de las redes sociales y la llegada de políticos que quieren sacar partido de ello. Argumentos ya refutados de los antivacunas, como que éstas producen autismo o contienen niveles de mercurio dañinos para la salud, han producido por ejemplo que en Rumanía el número de niños inoculados haya bajado del 90 al 80% en apenas un lustro, y que el sarampión causara allí en 2016 y 2017 una treintena de muertes. En España, donde la OMS considera que enfermedades como el sarampión están totalmente erradicadas por ahora, preocupa ese 3% de niños cuyos padres no los llevan a vacunar por razones religiosas o ideológicas.