En plena efervescencia del movimiento #MeQueer en las redes sociales, la iniciativa global para denunciar la homofobia que sufren millones de personas alrededor del mundo, una noticia de Estados Unidos le ha puesto rostro a las trágicas consecuencias que puede acarrear el que es un virus ampliamente extendido. Jamal Myles, un niño de nueve años, se suicidó la semana pasada después de revelar en su colegio que era gay.

Lo hizo solo cuatro días después de comenzar las clases de cuarto de primaria, un periodo que le bastó para sufrir al acoso de sus compañeros, según ha contado la familia. «Solo puedo imaginarme lo que le dijeron. Mi hijo le contó a su hermana que los niños de la escuela le instaron a que se suicidara. Lamento mucho que no acudiera a mí», ha afirmado su madre, Leia Pierce. Myles era como cualquier niño de su edad. Un niño al que le encantaban las cartas de Pokémon, los robots, la música y que estaba descubriendo su identidad sexual. Le gustaba jugar a ponerse vestidos con una diadema y tacones altos. Hace unas semanas le dijo a su madre que era gay. Iban en el coche y le dio a entender que estaba asustado, según le ha contado ella al Denver Post. «Yo me di la vuelta, le sonreí y le dije que le seguía queriendo». Aquellas palabras de aceptación debieron de reasegurar al niño, que en su primer día de colegio se puso unas uñas de colores postizas y contó a otros lo que hasta entonces había sido su secreto. Las autoridades escolares están investigando ahora lo qué sucedió en aquellos cuatro días de clase para que Myles optase por una decisión tan drástica como quitarse la vida, pero su madre no tiene dudas. «Mi hijo murió por el bullying. Mi bebé se mató a sí mismo», ha dicho Pierce. «No se lo merecía. Quería que todo el mundo fuese feliz incluso cuando él no lo era. Quiero con todas mis fuerzas que vuelva», clama con desesperación su progenitora.H