Más de 40 incendios forestales sigue activos en Suecia, algunos aún fuera de control, en una crisis azuzada por unas temperaturas inusualmente altas. El mayor de estos fuegos ha calcinado ya unas 8.500 hectáreas en el municipio de Ljusdal (centro del país), según calcularon ayer los bomberos citados por medios locales, que tienen dificultades para contenerlo por la rapidez con la que se extienden las llamas a pesar de la ayuda internacional.

Según la radio pública sueca, «cientos de personas» fueron desalojadas de sus viviendas por precaución ante el avance de los llamas, sobre todo en pequeños municipios de los condados de Jämtland, Västerbotten, Gävleborg y Dalarna.

La mayoría de los incendios se declararon en el centro y en el sur del país, aunque los fuegos se extienden por toda la geografía sueca. «La situación en que nos encontramos es excepcional», afirmó el primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Löfven, tras visitar una de las regiones más afectadas por los incendios.

Solo en los mencionados condados de Jämtland, Gävleborg y Dalarna se estima que ardieron unas 20.000 hectáreas de bosque, lo que acarreó unas pérdidas aproximadas de 600 millones de coronas (unos 60 millones de euros). La población de Karbole, a unos 380 kilómetros de Estocolmo, quedó cercada por las llamas.

Además de todos los cuerpos de bomberos disponibles -que llamaron incluso a compañeros de vacaciones-, trabajan en las labores de extinción muchos voluntarios coordinados por la Cruz Roja y unos 500 soldados suecos con ayuda de dos helicópteros y un avión de transporte Hércules. La vecina Noruega aportó diez helicópteros e Italia envió dos hidroaviones. En lo que va de julio, los incendios registrados en Suecia se han multiplicado por tres respecto al mismo periodo del 2017.