Viernes Santo, un día de perdón, cuando la pasión y muerte de Jesucristo en la cruz, derramando su sangre, tiene el sentido del perdón de los pecados y la salvación de los hombres. El mismo día de la Pascua judía que se inmolában los corderos, Jesús se inmola y nos libera del pecado. Inmolación, pecado, perdón, palabras rotundas que me hacen pensar en la amistad y el virus. En la amistad de verdad, esa que no es unívoca, ni de un solo color, porque no todos los que nos llamamos amigos tenemos que ser o pensar igual, ni nos debemos por ello perdón. La palabra perdón no debiera ni de existir en el lenguaje de la amistad. Y les digo esto porque en este tiempo de confinamiento he descubierto dos cosas: los amigos tan ocurrentes y maravillosos que tengo, que con un simple whatsap me hacen suspirar y ver el día plomizo de otro color y los que se enzarzan, como nunca, en discusiones agresivas a costa de «la gestión del Gobierno en la crisis del coronavirus» y ni el perdón entre ellos es suficiente cuando los unos o los otros (los que defienden la gestión y los que la detestan) se ofenden entre sí.

Y no lo entiendo, salvo que el virus venga también preparado para meter cizaña a costa de algo que es opinable; o que el virus provoque, además de fiebre y tos seca, incapacidad para que los amigos sean capaces de respetarse sin necesidad de llegar a las gruesas palabras, tras las que ni el perdón es una opción. No puede ser fruto de la casualidad sino que en los distintos chat que comparto con amigos diferentes, en todos se haya provocado estos días la salida airada de alguno, o palabras ofensivas como consecuencia de las opiniones diferentes sobre la gestión gubernamental del covid-19, o sobre los bulos que circulan en uno u otro sentido.

Nunca hemos tenido problema en expresar nuestras opiniones y ahora esas opiniones son tan virulentas, tan diametralmente opuestas, tan agresivas, que salpica esa virulencia fuera de la pantalla.

Me quedo con lo que dice mi amigo Paco, ¡qué absurdo es sentir una política basada en el enfrentamiento, en una lucha partidista que se «lleva» nuestras energías; la política de fondo como «ocupación» de las almas más negras despreciando al contrario para poder aparentar que son «algo»... ¿Preguntan los médicos a qué partidos pertenecen sus enfermos para atenderlos o no? La elección ahora es de personas y no de partidos; la evidencia debe ser que somos un gran nación y la necesidad de ser y sentir que lo somos día a día... y sin necesidad de perdón de nadie, que para eso ya Él nos liberó de tanto perdón.

* Abogada