Propongo una reflexión que pueda provocar un buen debate personal y colectivo; a solas o en familia, en casa o en el bar, en el trabajo o en nuestro tiempo lúdico, y que esa cavilación nos arranque un rato de la soledad que siempre nos daña y que a menudo nos hace caer en el miedo.

La propuesta es complicada y dura: el tratamiento que damos como sociedad a la decrepitud, a los últimos tiempos de vida, a nuestra decadencia física y mental, a ese ocaso que es molesto, triste y que aún no tenemos bien resuelto en esta sociedad confusa, torpe y poco feliz las más de las veces.

Basta con visitar cualquier mañana una residencia de mayores cualquiera. O una tarde cualquiera en una urgencia de hospital cualquiera.

Es terrible. Es sumamente doloroso. Es la dignidad humana en sus peores circunstancias aunque nos arranque cierta ternura y nos humanice. Pero lo que se percibe nítidamente es un monólogo cruel e incierto de esos seres humanos consigo mismos; seres humanos que carecen de felicidad por muy bien atendidos que estén en sus dolencias físicas, que suelen ser permanentes. Seres humanos que se nos muestran en su mayor debilidad.

Me pregunto, no sin cierto miedo a la verdad, si la ciencia médica busca e investiga para proporcionarnos más años de vida, que es lo que nuestra sociedad le demanda, y deja en un segundo plano el que esa vida, ese tiempo último, sea óptimo, satisfactorio, sencillo, verdadero. Lo contrario es una mera prolongación de días inertes y dolorosos. ¿Diría inhumanos o poco compasivos?.

Yo lo he visto. He visto forzar la naturaleza detrás del deseo, me atrevo a escribir cercano a lo antinatural, de prolongar el tiempo de vida. ¿Para qué?

¿No sería más bien que el trabajo científico en filosofía, sociología, medicina, investigación y las exigencias sociales anexas, fuesen destinadas y dirigidas no a la longevidad per se, casi sin sentido, sino a vivir menos días quizás pero más felices?

¿No sería mejor que esa dedicación científica y el requerimiento social añadido fuesen destinados a ayudarnos a cada cual a discernir cuándo nuestro tiempo está consumido, cuándo se ha completado? Y así nos acercásemos al final sin dramas ni tragedias cual indio americano retirado a sus montañas.

Sueño con una ciencia y una sociedad que nos propicie un paso suave y consciente a otra dimensión. Una ciencia y una sociedad que asegure el éxito final de nuestra vida que para nadie resulta fácil.

… Y mientras, que la vida nos siga sorprendiendo.

* Docente jubilada