Laureano Robles, profesor de la universidad de Valencia, investigador incansable de la vida y obra de don Miguel de Unamuno, fue quién me descubrió a éste pensador heterodoxo.

La película de Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra, ha traído a la actualidad la figura del intelectual vasco.

Pensador contradictorio y escritor disidente, a semejanza de Zola, sometió a crítica aquellas instituciones que empobrecían la convivencia y cultura patrias. No hay un Unamuno, sino varios: un hombre reflexivo y de acción en el que convivían varias almas en feroz lucha interior.

Perteneciente a la generación del 98, con sólo 36 años era rector de la universidad de Salamanca y una figura intelectual prestigiosa.

Expulsado de esta universidad por haber alzado la voz crítica y valiente enfrentándose al régimen político español, posicionándose contra la monarquía decadente de Alfonso XIII y contra la dictadura del general Primo de Rivera. Fue condenado a prisión y desterrado a Canarias para acabar expatriado por voluntad propia en Francia. En 1931 volvió a ser nombrado rector y proclamó la llegada de la República desde el balcón del Ayuntamiento de Salamanca. Sus admiradores esperaban que don Miguel fuera su primer presidente. Pensaban que había contribuido más que nadie a su llegada. Fue elegido diputado a Cortes constituyentes hasta su desencanto en 1933 cuando reniega de ella porque siente que es la República quién se aleja de él y no él de la República.

Unamuno sigue los pasos del pre-existencialismo de S. Kierkegaard, al que considera su “hermano” estudiando danés en un intento de leerlo en su lengua materna. Destacó como filósofo en su pensamiento no sistemático y desarrolló una rica obra literaria en obras como: Del sentimiento trágico de la vida, Niebla, Vida de D. Quijote y Sancho, La tía Tula y un largo etcétera.

Sus novelas, poemas y obras de teatro fueron declaradas anticlericales por la Iglesia católica, como La agonía del cristianismo, Abel Sánchez, San Manuel Bueno y mártir que eran fruto de su fe sometida a una profunda crisis religiosa aproximándose a sus amigos protestantes y anglicanos.

En 1936 Unamuno se identificó con los militares africanistas rebeldes pensando ingenuamente que eran regeneracionistas y que venían a encauzar los desatinos de la República. Firmó a regañadientes el llamamiento a los intelectuales europeos en defensa de la civilización occidental y la tradición cristiana, hasta que sus amigos más cercanos como Prieto Carrasco, alcalde socialista de Salamanca, fueron encarcelados y después fusilados. Tras el asesinato de García Lorca se opone al “nuevo orden” autoritario que representan Franco y Millán-Astray. Se opone a la cultura falangista del culto a la muerte, con su célebre discurso del 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca “Venceréis pero no convenceréis”, y su grito “¡Viva la inteligencia!”.

En arresto domiciliario los meses que le quedaron de vida, en un estado de desolación y soledad. “...murió contra sí mismo…”, declaró Machado, un 31 de diciembre de 1936. Su legado permanece vigente a favor de una tercera España posible, coincidente con las ideas de Chaves Nogales, contra la intolerancia fanática.

* Profesor de Filosofía