El presidente del Gobierno ha invitado con nuestro dinero a sus ministros. El fin de semana lo han pasado en un cortijo toledano para intimar y estrechar lazos, aunque el problema, más que no conocerse entre ellos, radica en que nosotros ya vamos sabiendo quiénes son. Esto de refugiarse en el campo tiene algo de místico, y recuerda a los ejercicios espirituales de los ministros franquistas. Hay quien por un momento echó las campanas al vuelo al conocer que el Gobierno iba de retiro.

Pese a los maledicentes, se hacía necesario un acercamiento entre los miembros del Gobierno, pues algunos en poco tiempo han cambiado mucho. Al igual que su tocayo Pablo de Tarso, el vicepresidente ha sufrido una profunda conversión, y quién sabe si se ha caído de un caballo jugando al polo, ahora que tanto gusta de aficiones burguesas. En apenas unos meses ha mudado su pisito vallecano por una suntuosa mansión, el metro por el coche oficial, y los parias de la tierra por guardaespaldas. Hoy aplaude a rabiar al Rey de España, y es que no hay mejor antídoto contra el comunismo que el gusto por el jamón de bellota, el verdadero mejor amigo del hombre. Cuentan que la convivencia en la finca no ha resultado fácil, y no solo porque el número de cuartos de baño no llegara a veintitrés. Al llegar, Alberto Garzón fue retenido en la puerta por los encargados de la seguridad, pues tenían órdenes de dejar entrar únicamente a ministros. Carmen Calvo e Irene Montero estuvieron la noche del viernes enzarzadas en una guerra por feminizar las palabras, a la que pusieron fin - tras agotar las menciones a «portavozas», «miembras» y «jóvenas»- al advertir que para cenar había pechuga de pollo. José Luís Ábalos se retrasó porque andaba despidiendo amigos venezolanos en la sala VIP del aeropuerto de Barajas; y la ministra de Transición Ecológica no salía de su asombro al descubrir animales por el campo. La locuaz actual portavoz del Gobierno y su predecesora en el púlpito han hablado mucho con todos sus compañeros, pero ninguno ha entendido qué decían. La ministra de Asuntos Exteriores alardeaba en las redes sociales de estar trabajando en sábado, si bien nada ha dicho respecto a qué hace el resto de la semana.

De tanto pisar moqueta, a muchos ministros se les ve poco familiarizados con la vestimenta propia de una jornada campestre. No todos saben vestir el cargo, y a más de uno el ministerio - al igual que su jersey - le viene grande. En la foto de familia abundan las zapatillas de deporte. Quizá alguno pensara que lo mejor era salir corriendo.

El siempre opaco Portal de Transparencia ha tasado el coste de la juerga en cerca de diez mil euros, una ganga que ni los viajes del Imserso. Ya andan pensando en el próximo año. Pablo Iglesias ha propuesto reunirse en Puerto Banús, pero Pedro Sánchez prefiere Barcelona. Dice que ya tiene preparado el pasaporte.

* Abogado