Si pierdo la memoria, no soy nada; y si la corrompo, soy todo basura. Alguien me cuenta que hace más de cuarenta años uno se casaba. Los que serían suegros vinieron a conocer a los que serían consuegros. El padre de la novia, sargento de la Guardia Civil, retirado; el padre del novio, empleado, con principio de alzhéimer; había hecho la maldita guerra civil en la guardia del presidente de la República, y luego, exilio y dos campos de concentración, en Francia y en España. Más de cuarenta años después, están las familias conociéndose. De pronto, el novio ve que los consuegros, sentados en el sofá, lloran. ¡Pero si estamos muy felices! Pues no: el padre del novio, preso en el segundo campo de concentración, era vigilado por el suegro del novio. Aquello era la transición; ahora es esto de estos niños chuflas metidos a políticos. ¿Imaginamos que en los años 70 les hubiésemos hecho a nuestros padres una revisión de la guerra civil? Pues ahora vienen estos señoritos maniquíes de internet, o los abuelos que quieren olvidar lo que no hicieron cuando podrían haberlo hecho, con su pastiche de transición convertido en verborrea de beodo para ahogarnos en sus mentiras con las que reciclarse de su pasado franquista en el que estudiaron sus carreras y crecieron en sus familias. Ahora, hacer lo que sea para ser lo que no se fue ni se es nunca, y entre todos nos cargamos la reconciliación de nuestros padres, que buenas dosis de amargura tuvieron que tragarse para legarnos la paz que ellos se negaron. Total, ya están muertos, y a los muertos se los puede hacer hablar, o callar, o violar; sólo son muertos movidos por la muerte. Ahora, el entonces novio, y luego hombre en continuo pasmo, y luego solitario melancólico en continua nada, vive en continua alucinación desde los años 80. No necesitó drogarse cuando hasta desde las autoridades se lo aconsejaban como señal de libertad, ni necesitó seguir drogándose cuando los revolucionarios lustraban sus barrigas, ni ahora en que prosperan los cuervos que le sacan los ojos; ahora solo necesita ver cada mañana cómo los viejos lobos se reciclan con la piel de cínicos corderos, los que mamaron de la transición despotrican de la leche y los que se auparon apoyando aquel destrozo callan y apacientan dulcemente su vejez

* Escritor