La negra tizne está en las paredes de dos palacios y de una ermita, intermitentemente encalada de blanco, para ocultar tanta mierda.

Una realidad bien visible ruge a diario por ese tramo viario, cuyo estrepitoso negror rechinante, sucio, frío en invierno y en verano asfixiante, se siente en el cuerpo del viandante.

¡Qué andar envenenado y difícil! ¡Qué ahogo sin fin! ¡Curva de Ramírez Casas Deza eres gran vileza!

Caminar por ese tramo de calle es pesadilla de tristeza y de cansancio, conciencia de subterráneo. Ese constante rodar de motores ahoga el cantar de la vida y es sonido fúnebre de muerte. Esos dos palacios serán abiertos camposanto.

Cuando por allí paso quiero apartar con mis manos ese flagrante ruido motorizado y abrirle paso al silencio. Esa calle en día lluvioso es un chorrear puro de charca muerta, huele a mierda y la sucia acera toma el color de uña negra. Si pasas por sus simuladas aceras te puedes quedar sin codos y piernas.

Ese tramo de calle del Conde de Torres Cabrera debiera ser sendero solitario, entre dos palacios, para que sus ventanas no estuvieran apolilladas sino abiertas. Infunden inmensa desolación del tamaño de nuestra desesperanza y tristeza.

José Javier Rodríguez Alcaide

Córdoba