A pesar de lo impactantes que puedan parecer las recientes imágenes de los enfrentamientos callejeros en las ciudades catalanas entre supuestos independentistas y los cuerpos de seguridad del Estado, no consiguen disimular un escenario de palpable infantilidad. Una caterva de niñatos casi adolescentes aprovechando la oportunidad de vivir su propia «guerra» de juguete contra unas fuerzas del orden que cuidan más de que no se lastimen que de ejercer represión contra ellos. Una ocasión única para demostrar ante sus mojigatos padres catalanistas que ellos son capaces de ir más allá, que ya no les pueden decir nunca más que recojan su cuarto porque se han hecho merecedores de respeto y consideración quemando un contenedor de basura. Buen momento para reforzar con sus impersonales «amigos» de red la pertenencia a ese grupo virtual que nunca había tenido la oportunidad de realizar una actividad tan excitante fuera de la pantalla del móvil. La puesta de largo de una generación Z que hasta ahora había sido tan fácil de ningunear por sus mayores. Unos imberbes nacidos en una sociedad manipulada, formados en un autonómico sistema de enseñanza adoctrinante, desinformados por unos medios de comunicación mediatizados, carentes de perspectiva histórica objetiva y enardecidos de un supremacismo imaginario que les han contado. Me parecen lamentables. Cuando con el tiempo lleguen a madurar, imagino que se sentirán avergonzados de la carencia de personalidad que les llevó en estos años mozos a ser simples títeres de unos oscuros titiriteros que los manejaban tras el telón. Es un deber para con los jóvenes fomentarles desde niños personalidad, pensamiento crítico, y curiosidad en el aprendizaje para que lleguen a alcanzar la capacidad de tener un libre albedrío que les permita tomar sus propias decisiones. Es lo único que les puede ofrecer un salvavidas contra las corrientes ideológicas o de pensamiento que en todo momento, y más en estos tiempos de comunicación (que no información) desaforada, nos pretenden arrastrar a todos. Ante hechos como los que estamos presenciando, da la impresión de que en las últimas décadas se ha perseguido desde la política educativa justo lo contrario. El mentecato ignorante y sin ideología alguna ni criterio propio, ese que por no señalarse ante los miembros de su cuadrilla en la herriko taberna acaba integrado en ETA pistola en mano buscándose la ruina propia y ajena, fue brillantemente descrito por Fernando Aramburu en su novela Patria. Estos jóvenes «independentistas» catalanes (muy importantes las comillas) que hoy se enfrentan a los policías y causan desmanes no se alejan mucho en sus motivaciones de ese pazguato de la novela. Cosa que no deja de tener peligro. La demostrada maleabilidad de estos jóvenes, permitirá a sus titiriteros subir el tono de la escena hasta donde crean conveniente si antes no son atajados. Son sobre todo sus padres, si aún les queda algo de los valores aludidos, quienes deberían obrar como tales cortando los hilos que manipulan a sus hijos. Los jóvenes son el tesoro de cada generación, el futuro de cualquier sociedad en todo tiempo y lugar, y estos jóvenes catalanes de hoy no lo son menos. Si los activistas del independentismo con más edad han tomado su decisión ellos sabrán, a los jóvenes no se les puede cargar desde el principio con mochilas heredadas.

* Antropólogo