El cliente casi siempre pierde, sobre todo cuando hablamos de los bancos o de los políticos en busca de votos. Lo que ha pasado en estas últimas semanas con la resolución judicial de las hipotecas es una auténtica chapuza. En primer lugar, porque el Tribunal Supremo parece decidido a destrozarse a sí mismo. Cambiar una sentencia contra los bancos alegando su «gran impacto económico y social» por un texto completamente diferente, crea una inseguridad jurídica brutal. Con este comportamiento tan chocante, vienen a decirnos que las repercusiones pueden estar, en un momento dado, por delante de las injusticias.

Que el presunto impacto de una decisión contra las entidades financieras lleve a los magistrados a enmendarse a sí mismos deprisa y corriendo, poniendo en juego incluso la necesaria buena reputación de ese tribunal, da que pensar sobre el estado de solvencia de nuestros bancos y cajas y sobre la insolvencia de nuestro sistema en general.

En segundo lugar, una vez zarandeado el prestigio del tribunal que tiene que decidir sobre asuntos tan importantes como el de los independentistas catalanes, apareció Pedro Sánchez para rematar. Que en cuestión de horas el presidente del Gobierno anuncie que va a legislar contra la sentencia que acaban de dictar los jueces, es ya para salir corriendo sin mirar atrás. ¿Puede el poder ejecutivo pasarse por el aro al poder judicial? Si es así, ¿en qué casos? ¿Solo cuando dé o quite votos, por ejemplo? Y ya, en el grado máximo del cinismo, aparecen todos los partidos y presidentes autonómicos de diferentes colores para posicionarse a favor del cliente, cuando todos ellos se han estado beneficiando del pago del impuesto de las hipotecas.

Si a nadie le gustaba, ¿por qué nadie lo quitó? Para colmo, las entidades financieras han dejado claro desde el minuto uno, como si no lo supiéramos, que por uno u otro lado subirá el coste de la concesión de crédito. Así que, indirectamente, seguiremos pagando los de siempre. Hay que mirar con recelo a aquellos que nos digan lo contrario, fundamentalmente si andan los bancos por ahí.

En resumen: en este caso, ganan los bancos, Sánchez habrá ganado algún voto también e Iglesias ha ganado cierta notoriedad con su protesta ante el Supremo en día festivo. Pierden los clientes, zarandeados por todos en función de su propio interés, y pierde el Supremo, del que probablemente ya no se fíen ni los bedeles. Tampoco sé de qué me sorprendo. Los partidos que reniegan internamente del dedo divino siguen utilizándolo para colocar en puestos clave a jueces de su cuerda. Esa sí que es una hipoteca lamentable; la de la obediencia debida a aquellos que te ascienden en la carrera judicial.

* Periodista