Cuando va acabando el año y sobre todo cuando se aproxima el día 22 de diciembre, ese en el que todos nos levantamos oyendo a los niños de San Ildefonso en espera de convertir nuestros sueños en realidad, me pregunto a modo de reflexión «fin de año» qué ha pasado en estos 365 días que se escapan y que ni por un momento hubiera imaginado cuando hace un año hacía cábalas sobre qué me sucedería en el 2018.

La capacidad de asombro no tiene límites y no sé muy bien si por puro atrevimiento o porque la realidad, como muchas veces digo en el ejercicio de mi profesión, supera a la ficción, pero el caso es que si hablamos de sueños, de esos deseos que imaginamos y que de ser ciertos nos depararían un gratificante estado de felicidad, los tengo clasificados en dos niveles o categorías.

Aquellos que para nada dependen de tu voluntad, o muy, muy poco. Por ejemplo que deje de haber en el mundo atentados de esos en los que de repente irrumpe en una calle un malnacido en la vieja Europa y al grito de «Ala es grande» ( sin saber ni quién es Alá) asesina a cuchillo a mujeres y niños inocentes; o en un nivel menos altruista y mucho más egoísta, que te llamen de repente para heredar a un tío desconocido que se fue a America y del que no tenías ni la más remota idea de su existencia.

En el segundo nivel están esos sueños que sí dependen de ti, sueños que de manera directa guardan una evidente relación de causa-efecto entre tu comportamiento y la obtención del resultado soñado. Sueños que dependen de tu nivel de exigencia contigo mismo y con lo que haces cada día, de ahí que descubras al final del año que conseguir lo que soñaste tiene mucho con ver con lo que hiciste. Sueños que solo se consiguen si primero los imaginas y luego te adentras con enormes dosis de curiosidad y valentía en el camino tortuoso y difícil donde se encuentran sostenidos. Y sueños que aunque posiblemente mucho más banales, siguen dependiendo de ti, de tu acción, porque nunca olviden que en esta categoría jamás se alcanzará un sueño sin acción, por pequeña que esta sea.

Es el momento de hacer balance y es el momento de imaginar sueños y establecer acciones para alcanzarlos. Para los primeros, puede que la vida sin más les sorprenda, para los demás les recomiendo acción y para los más banales les recomiendo que al menos vayan y compren un décimo de nuestra lotería de Navidad.

* Abogada