Por si se produce un tamayaso, que se dice, y se frustra hoy la investidura de Pedro Sánchez, me apresuraré a comentar lo que me parece el meollo del asunto. Hay controversia de si, tras las elecciones generales el 10-N, el señor Casado llamó al señor Sánchez para felicitarle por su victoria por cortesía democrática o para proponerle un pacto que reviviera el viejo bipartidismo, vista la hecatombe de Ciudadanos. Lo que sí es cierto es que Sánchez se apresuró a cerrar un acuerdo con Unidas Podemos y situarse en la izquierda del espectro político en una insólita e inesperada coalición que había sido imposible meses antes. El estupor fue máximo. No se olvide que conceptos como gobierno progresista, políticas sociales, impuestos a los ricos o, simplemente, «moderación y progreso», con que el candidato Pedro Sánchez terminó su intervención en el Congreso, es mencionarle la bicha a la derecha y ultraderecha.

A partir de aquí, PP y Cs hicieron lo que el perro del hortelano, que ni comía ni dejaba comer, y se negaron a una patriótica abstención, lo que obligaría a PSOE y UP a buscar apoyos en nacionalistas e independentistas si querían alcanzar la mayoría simple y formar gobierno. Era como meterlos en una jaula de leones. Tenían esperanzas porque les parecía arduo que los independentistas catalanes se abstuvieran. Pero, tras un angustioso culebrón lleno de trampas, ERC decidió abstenerse por eso del mal menor y, entonces dieron la matraca de que el «traidor», se iba a apoyar en «los que quieren romper España». No les vale que Pedro Sánchez haya asegurado que toda negociación será dentro de la Constitución. Pero ¿y si, por mano del diablo o de la fuerza de la razón política, los mismos que acabaron con ETA apaciguan al independentismo catalán y se les acaba el rollo? No digo que sea fácil, pero la sola posibilidad les saca de quicio.

Y así, muy justos en votos, llegaron a la sesión de investidura lazando al candidato descalificaciones, cuando apareció en escena la portavoz de EH Bildu. ¡Ni libertad de expresión, ni legitimidad democrática, ni vainas! No digo yo que la señora Aizpuro sea muy fina parlamentaria ni un angelito caído del cielo, pero pagó el pato. Fue un blanco perfecto para atacar al candidato levantando el fantasma del pasado ignominioso: he ahí a una terrorista etarra con su abstención para ayudar a PSOE-Unidas Podemos. Era el cúlmen de la estrategia para destruir a la coalición de izquierdas. Las críticas a la Corona fue la ocasión. La señora Arrimadas clamaba entre el naufragio de su partido como quien pide ¡socorro!: -¿Hay por aquí algún tránsfuga valiente que remedie esta tragedia? El suspense es máximo.

* Comentarista político