Una extraordinaria batalla de palabras altísimas y tuits como truenos». Así define un amigo norteamericano de Colorado el choque tremendo entre La Casa Blanca (Trump) y la prensa libre norteamericana (The New York Times y Washington Post). La prensa siempre se las ha tenido con los diversos poderes aunque, singularmente, con el político. No existe democracia occidental en la que no se haya dado atronadoras y muy singulares tenidas de estas características. También en España. Los últimos años de gobierno de Felipe González, por ejemplo, fueron tremendos.

Pero la refriega de Trump y su grupo salvaje de colaboradores contra el grueso de medios norteamericanos parece destinada a marcar época, pues la prensa es la única barrera de poder que no cede ni vuelve la cara (a estas alturas ya partida) ante el obsceno ataque del inquilino de la Casa Blanca. No existe nada ni nadie que le haya hecho una crítica por pequeña que fuera que no fuera rociado con su ponzoña. Y la práctica totalidad de quienes se le han enfrentado han terminado depuestos o han abandonado la pelea.

La gran prensa norteamericana no. A pesar de ser tildada por el carcamal endemoniado que preside USA como «el enemigo del pueblo» (palabras de dictador) y perseguida por él y los suyos como los negros en la Alabama del siglo XIX, no da un paso atrás, sino que persiste en la búsqueda de noticias que puedan ayudar algún día a tumbar al presidente que más daño hizo al gran país de George Washington.

Porque no se recuerda en democracia alguna desde la Segunda Guerra Mundial hasta aquí a otro mandatario que se maneje como el maligno de Trump. A estas alturas de su mandato ha cometido tanto desafuero como para haber sido depuesto (también en Estados Unidos) varias docenas de veces. Paro ahí continúa amenazando a los demócratas (y al mundo democrático) como un matón desmelenado de película del oeste serie B.

Pero la prensa libre no humilla. Continúa buscando la más mínima fisura en el personaje para seguir dibujando el verdadero retrato del infame que desmembra Norteamérica y puede conducir al mundo al disparadero. El artículo de un alto funcionario norteamericano anónimo que publicó hace unos días The New York Times es bien expresivo de lo que en realidad viene sucediendo puertas adentro de la Casa Blanca y del gobierno norteamericano: un número indeterminado de funcionarios está tan escandalizado con lo que ve hacer al presidente que ha decidido sabotear sus decisiones más abracadabrantes cuando puede. Sí, el presidente Trump está completamente desnudo a estas alturas, pero solo la prensa libre norteamericana persiste en señalar sus vergüenzas todos los días sin fallar ninguno.

*Periodista