Me refiero a la muy larga perorata de Pedro Sánchez de la pasada semana, que no fue la primera ni será la última, retransmitida por las cadenas comerciales, incluida TVE, mal llamada pública. Cuando hablaba en Cuba Fidel Castro o enVenezuela Chaves - y hoy Maduro-, allí estaba la televisión estatal retransmitiendo sus larguísimos discursos. Los analistas políticamente incorrectos se preguntan en España ¿cómo es posible que el presidente abuse de su fácil verborrea y entre otras cosas se desdiga de lo que dijo en julio, como demuestran las audiotecas y las videotecas? La respuesta es obvia. Tiene bien a mano los hilos de las cadenas comerciales para que sus larguísimos mensajes convenzan -y lo consigue- al gran público. Si TVE fuese una verdadera televisión pública, no debería darlos en directo dada su poca excepcionalidad y sí matizándolos en los telediarios. Actúa TVE como cadena estatal al estilo de Cuba y Venezuela. Debería ser de la sociedad, del público, y no un «servicio público» pervirtiendo el lenguaje. Ahora que se habla de renovar el Consejo del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional y que el Gobierno y la oposición no se limiten a intercambiar cromos, se alude casi de pasada a RTVE. Eso sí que es un tema importante. No se planteó en 1980, cuando se consensuó el Estatuto. Alfonso Guerra (PSOE) y Abril Martorell (UCD) pusieron la guinda: hoy por ti y mañana por mí. No dieron el democrático paso de convertir la televisión estatal de Franco en la de la sociedad, independiente del gobierno de turno. Así ocurrió en Alemania después de Hitler.