D. Eugenio Nasarre, antiguo director de RTVE (unos meses) y secretario general de Educación durante el primer mandato de Aznar, publicaba hace un par de semanas en ABC que el Premio Nacional de Narrativa de 2019, concedido a Dª. Cristina Morales, debe quedar desierto, toda vez que entraña cierta servidumbre al Estado y la autora, en entrevista reciente, ha dicho que del fuego en las vías comerciales de Barcelona, se alegra.

No es que me esté esperando nadie, pero de esto quiero opinar. Nasarre sabe, o debería, que el Premio Nacional de Narrativa no puede quedar desierto, porque lo prohibe expresamente el artículo Quinto de la Resolución de 25 de julio de 2019, de la Dirección General del Libro, que lo convoca. También impide que se otorgue a título póstumo. Lo que Nasarre solicita es que se despoje del premio a Morales por sus declaraciones, que también escandalizaron a Rivera, que puso de su cosecha que Morales odia al pueblo español; o a la ministra Celaá, que no metaboliza cómo una española se puede alegrar del fuego en una calle de España. Tengo serías dudas de que los implicados se hayan leído Lectura Fácil, obra de Morales premiada por el Estado y por Anagrama (premio Herralde), que es mucho más valioso. Dudo también que lo entendieran muy bien si lo leyeran, porque visto que de dos frases de Morales no pillan nada, imaginen de un libro entero. Igual también hay que adaptar las obras para la política, que a lo que se ve es una forma disminuida de comprensión.

A mí el fuego en las calles puede parecerme, según, una hermosura o una mediocridad. Ya escribí hace un mes que toda la situación independentista me parece de una medianía vomitiva, pero me da que Morales está varios niveles por encima de esta historia, y se entiende bien que no va contra lo que dicen los políticos citados. A Nasarre le parece «poco decoroso» premiarla. Y cita nada menos que a Javier Marías, que rechazó en 2012 el mismo premio. Dice el jurado que Morales no tiene genealogía en España. Si la tiene no es la mía, y su estética me queda a miles de estanterías, lo que no me impide reconocer un talento de primer nivel. A la genealogía de Marías llevo más de dos décadas bebiéndole la sangre, así que la apropiación de Nasarre me repugna especialmente. Decía don Javier en 2012 que aceptar el premio podría poner en cuestión su independencia. Esto le parece estupendo a Nasarre, porque plantea: si usted no quiere perder su independencia y callarse la boca, Morales, no acepte el premio. Pero Morales ha encontrado otra vía de libertad todavía más evidente: aceptar el premio, coger el dinero, y seguir siendo libre ferozmente. Esto le da la razón a Marías -se pretendía obediencia o a lo menos, silencio-, y también a Morales.

Enternece un poco la incapacidad del poder de echarle pulsos a los artistas sin dar pena. Según Nasarre, desposeer a Morales es la única manera de salvar la dignidad del Estado. Leer los libros que el Estado premia no se le ha ocurrido a nadie.

* Abogado