A ver si le dejan. Así ha reaccionado un dirigente del PP, sorayista declarado, cuando yo le comentaba que creo que Pablo Casado irá suavizando algunas de sus ideas más conservadoras. Tradicionalmente, esa formación política ha sido capaz de cobijar entre sus filas a personas contrarias al aborto, como el propio Casado, y personas a favor, como Celia Villalobos. O, por ejemplo, representantes contrarios al matrimonio homosexual, como Jorge Fernández Díaz, y personas a favor, como el pablista Javier Maroto. El discurso con el que Casado se alzó como presidente del PP fue poderoso, dirigido al corazón de los militantes y muy centrado en los principios y valores que tantos añoraban, después de años de mucha burocracia y mucho número, pero poca empatía y menos política. Cuando Casado habla de integración, no puede ser solo de personas, porque no funcionará.

Los partidarios de Soraya Sáenz de Santamaría, menos ortodoxos que los pablistas, esperan que a la hora de la verdad, en el PP no manden Hazte Oír o la Conferencia Episcopal. Algunos han reconocido públicamente su inquietud por los guiños de Casado a Vox, porque entienden que así no se ganan elecciones con mayoría absoluta. Ni muy a la derecha ni, en el caso de sus rivales, muy a la izquierda. Será cuestión de tiempo comprobar la flexibilidad del nuevo presidente y su habilidad para empequeñecer a Ciudadanos.

De momento, ha demostrado conocer a la militancia mucho mejor que su rival. El discurso de Sáenz de Santamaría, con ciertos tics de soberbia, fue frío y, por momentos, entre cínico y cómico. Escuchar a la exvicepresidenta decir que procedía de la España rural, que ha estado en la calle y que ha escuchado a la gente es muy gracioso. Se notó demasiado que había pasado olímpicamente del partido en los últimos años.

Los dosieres son también algo a tener en cuenta, con semejantes heridas internas. Una diputada muy conocida, sorayista, me dijo hace tres semanas que, si ganaba Casado, probablemente se le complicaría la vida con el asunto de sus estudios, ahora judicializado. Casado insiste en que no hay nada, pero con según qué enemigos, eso no es suficiente para sobrevivir. Y por último, el nuevo presidente del PP tiene que estar preparado para el carrusel de juicios y sentencias por corrupción. Es cierto que él no tiene el lastre del pasado que sí pesaba sobre Mariano Rajoy. Sin embargo, las promesas de contundencia ante las irregularidades, no deben ser palabras huecas, porque tampoco funcionará. Ojo con las hipotecas que le generen los apoyos ahora recibidos. El PP se la está jugando.

* Periodista