Las palabras son importantes, muy importantes, pues configuran la realidad social y, especialmente, la política. Por eso, tras el comunicado de la negociación entre el PSOE y ERC de la semana pasada, ya sabemos por dónde van a ir los acontecimientos: habrá investidura de Sánchez con el apoyo de Podemos (a cambio de unos ministros), el PNV y los mininacionalistas (a cambio de dinero), y la abstención de Esquerra (a cambio de un «procès viable» de independencia de Cataluña). Es decir, tendremos un Gobierno para España que será, casi, una edición del Tripartito catalán de Maragall y Montilla, un «Govern d’Entesa», un «Gobierno del Pacto», cuyo objetivo, en temas territoriales, será la evolución de España hacia el Estado plurinacional, esa difusa confederación de la que hablan todos los que van a investir al señor Sánchez, con una Cataluña cuasi-independiente.

Para llegar a esta conclusión basta con analizar la negociación PSOE-ERC. El PSOE ha mandado a negociar a Adriana Lastra, a la que no se le conoce ni formación ni trayectoria, al componedor ministro Ábalos, y a Salvador Illa, el segundo de Iceta en el PSC. Por parte de Esquerra, además de Gabriel Rufián, calculador hasta en sus provocaciones, han ido Marta Vilalta, adjunta a Junqueras, y Josep María Jové, cerebro del procés. Solo la composición nos dice mucho: cuatro catalanes que estuvieron de acuerdo en el fallido Estatuto de 2005 (que definía a Cataluña como «nación») y dos políticos cuya única misión es que su jefe sea investido a cualquier precio. Por si quedaba duda de la actitud del PSOE, el mismo Illa presentó hace poco un documento en el que los socialistas admiten que Cataluña «es una nación» y que España debe ser «un Estado plurinacional». El resultado de esta primera reunión ha sido una rotunda victoria para ERC, pues el PSOE ha aceptado, además, que la situación en Cataluña es un «conflicto político».

Y es la clave, pues al aceptar el PSOE que «Cataluña es una nación» y que la situación de Cataluña es «un conflicto político», está aceptando que hay «dos naciones» que se enfrentan. Más aún, está aceptando el discurso independentista que de que hay un Estado, España, que representa a una nación, que se impone a otra, Cataluña. Es decir, lo que el PSOE aceptó la semana pasada no es solo que Cataluña está enfrentada con España, sino que está oprimida. Sentado esto, y teniendo en cuenta que, en un contexto de relaciones políticas civilizadas, los «conflictos políticos» se resuelven en mesas de negociación, solo hay dos salidas lógicas al «conflicto»: o la modificación del ordenamiento jurídico español que reconozca una situación especial a Cataluña, es decir, un nuevo Estatuto con nueva definición de Cataluña, concierto económico y competencias blindadas, con referéndum de ratificación; o un referéndum de autodeterminación pactado. El resultado de cualquiera de ellas es que Cataluña quedará asociada a España y, a través de ella, a la Unión Europea, pero con una situación privilegiada respecto al resto de autonomías.

Lo demás es ya táctico. En una próxima reunión se hablará de financiación. ERC pedirá un concierto, pero se conformará, este año, con los 5.000 millones extra de los presupuestos fallidos, más otros 1,2 mil millones en inversiones, que para eso ha ido el ministro Ábalos, justificados con el Corredor ferroviario. Y, luego, tras la investidura, se abrirán distintas mesas, con el objetivo de una «solución política» del «conflicto».

A cambio, las cesiones de ERC son pocas: una abstención ahora y ceder en lo del relator. Además, puede vender toda cesión como una victoria en Cataluña y, tras las próximas elecciones allí, presidirá la Generalitat.

No sé si esto lo ha calculado el señor Sánchez, pero es lo que tiene mandar a negociar a alguien que no sabe lo que significan las palabras «nación» y «conflicto» con unos tipos que sí saben cómo rentabilizar un 3,6% de votos y 13 escaños. Y, como otras veces, rezo por estar equivocado.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola Andalucía