A la mentira en política siempre, desde un punto de vista pragmático y teórico se le ha considerado un arte. Hacer creer verosímil algo que en realidad no lo es requiere una estética particular y extraordinaria. Pero no solo una estética cualquiera, sino una que entrañe su propia ética. Las mentiras en política deben de perseguir algún fin positivo. Alguien decía por ahí que la mentira en política es «el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin». Por supuesto, a veces lo del buen fin depende de quién lo mire. Por ejemplo, si PP, Cs y Vox llegan a un pacto en Andalucía para formar gobierno, lo del «buen fin» a Susana Díaz no creo que le convenza, pero lo que sí está claro es que a todos aquellos que quieren apartar al PSOE de sus casi cuarenta años de lo que algunos denominan régimen político, el buen fin está justificado. Pero volvamos a las mentiras saludables. Cs manifiesta sin rebozo y hasta de una manera que se nos antoja histriónica que con Vox no quiere ni ir a la vuelta de la esquina. Visto como estrategia por alguien que sea de Cs, podría considerarse como una mentira saludable, pues el buen fin que pretende es intentar demostrar al electorado propio que Cs representa un centro progresista que no toca por su extremo más diestro a la derecha. Y no que no solo no la toca, sino que la repudia. Pero si alguien no lo remedia Cs gobernará con Vox la Junta de Andalucía. Pero lo curioso es que las exigencias de Vox en cuanto a la ideología de género y por lo que Cs se rasga las vestiduras tienen demasiadas similitudes con las que éste último demandaba no hace demasiado tiempo. Por tanto es difícil de creer la postura de Cs con respecto a Vox. O dicho de otra forma, no es una mentira saludable pues peligra el buen fin de un pacto que pudiera enriquecerse con el diálogo de aportaciones positivas entre todos lo que pudieran formar gobierno.H

* Mediador y coach