El pasado lunes más de 160 países de todo el mundo aprobaban en Marrakech, por primera vez, un pacto mundial para la migración. No estaban todos, tampoco lo estuvieron cuando en la madrugada de aquel 10 de diciembre de hace 70 años en el Palacio Chaillot de París, 48 estados aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Curiosamente, algunos que se abstuvieron entonces, también lo hacen ahora.

Es un logro histórico para un fenómeno mundial e imparable, «una hoja de ruta para prevenir el sufrimiento y el caos» como señaló el secretario general de Naciones Unidas. Un pacto que se basa sobre 2 pilares, 10 principios y 23 objetivos. Entre los primeros, la necesidad de que debemos administrar este fenómeno natural al ser humano desde que existe, para que sea seguro y ordenado. Y que debemos hacerlo desde la cooperación internacional y la multilateralidad. Entre los principios, señala el documento cómo debemos centramos en las personas, en el Estado de Derecho y sus garantías, en la soberanía nacional, el desarrollo sostenible, los derechos humanos y una perspectiva desde el género y la infancia, con un enfoque pangubernamental y social. Y en cuanto a los ambiciosos objetivos que marca, propone flexibilizar las vías de migración regular, erradicar la trata de personas y el tráfico ilícito, minimizar los factores adversos que obligan a las personas a abandonar sus países de origen, salvar vidas sobre migrantes desaparecidos para que los barcos y pateras no sean los nuevos apestados de nuestro siglo, facilitar servicios básicos a todas las personas y la plena inclusión de los inmigrantes en las sociedades de acogida, fortaleciendo la cooperación internacional y alianzas con los países para que la inmigración sea segura, ordenada y regular. Ojalá inspire el trabajo de los gobiernos y ponga mesura y criterio en una Europa dividida y enfrentada.

El propio Antonio Guterres lamentó las falsedades que se han expandido sobre el propio pacto y sobre la migración en general. Han circulado bulos estos días, que curiosamente siempre mandan los mismos, sobre que todos los Estados de Europa menos el nuestro rechazaban el pacto o que se generaban nuevos derechos, cuando la verdad es totalmente distinta.

Este pacto, que no tiene virtualidad jurídica, ofrece por primera vez un enfoque global y consensuado sobre cómo abordar con carácter global un fenómeno mundial que hoy afecta a más de 260 millones de personas que han salido de su país. Y que no olvida a los más de 60.000 migrantes que han muerto en sus desplazamientos por rutas peligrosas desde el año 2000 según ONU, que son «una fuente de vergüenza colectiva» como indicó Guterres, y cuya memoria y respeto nos exige un planteamiento nuevo, integrador y humanitario que gire sobre la igualdad y la dignidad del ser humano, si querernos tener algún futuro razonable en un mundo más justo.

* Abogado y mediador